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Marea alta parte 4
Pedí una taxi en recepción, ya traía mi liquidación en la mano la guardé en mi pantalón, salí de la empresa y me fui. Sentía tanto coraje, en días no salí a ver las estrellas, ni por la tarde salía a ver los chicos que llegaban a asolearse enfrente de mi casa.
Era muy temprano, seguía con mi yeso me dolía pero ya no tanto como al principio. Me serví un jugo de naranja, y un plato de papaya. A veces prefiero comer una torta de jamón con chirizo, queso, rebanadas de jitomate, cebolla, aguacate, y mucho picante, pero no tenía dinero.
Aunque el comer fruta también es caro. Supongo que empezaré a bajar de peso. No tenía dinero, trabajo, celular, no tenía amigos, y sobre todo no tenía un hombre. Solo de pensar que por esa lista y en todo esto me estaba pasando. Mi brazo mejoraba muy lento y el medicamento se me terminaba. Por la tarde tocaron a mi puerta, no tenía muchas ganas de ver a nadie es mas ¿yo teniendo visitas? Ni amigos tengo. Y qué bueno que abrí la puerta.
-¿quién? – dije yo.
-soy yo – respondió la otra persona.
-¿quién yo? – dije con voz burlona
-Víctor.
-hola. – abrí la puerta y vi su lindo rostro, no me había percatado de lo alto que es.
-¿cómo estás?
-bien, gracias.
-la enfermera me dio tu nota.
-qué bueno, ¿Cómo supiste donde vivo? – pregunté.
-porque fui al bar “las palmeras” donde un chico me dijo dónde vives, pensé que frecuentabas ese bar.
-no, no lo frecuento, pero pásate. Perdón el desorden pero no he tenido ni tempo.
-no apures – dijo el mientras hacia una inspección por mi casa.
-¿vives sola?
-sí, ¿quieres algo de tomar? – le ofrecí algo de tomar, aunque en el refrigerador no había nada.
-sí, ¿Qué tienes?
-pues solo tengo jugo de naranja. – pensé en no darle porque no tengo dinero y no quiero que se me termine.
-bueno si, un vaso de naranja.
-aquí tienes.
-gracias, ¿ya tomaste tu medicamento?
-sí, pero ya no tengo.
-¿y por qué no lo compras?
-porque no tengo dinero, me corrieron de mi trabajo.
-¿pero por qué? ¡Qué injusto!
-si lo sé, y a que se debe tu visita. – pregunte. Por qué no creo que ande detrás de mis huesitos.
-bueno primero vengo a ver como estas, y otra vengo a regresarte le dinero del medicamento.
-no, como crees, no, ese dinero es tuyo.
-necesitas el dinero. ¿O no? – me respondió.
Acepté el dinero, nos quedamos un buen rato hablando ¿de qué? no sé, la verdad es que no me acuerdo, solo podía ver su ojos claros, su cabello castaño. A las 9 de la noche se fue, no tenía los medio suficientes para decirle quédate otro rato, tengo que admitir que me gusta el sexo, me gusta ver hombres desnudos, lo disfruto, pero como decirle que se quedara. Una, no creo que un chico tan guapo se fijará en una gorda como yo, dos, él sabe que yo soy lesbiana, bueno eso fue lo que le dije, y peor aún ni lo conozco.
Lo dejé ir, se despidió de mí con un beso en mi mejilla, que se ponían rojas cada vez que lo veía. Me daba pena verlo. Me he destacado por ser una mujer muy insegura, que guarda sus pensamientos y tiene una barrera para que los demás piensen que soy una mujer feliz. Tenía planes de al día siguiente ir a comprar medicamento, fue una noche bochornosa, tenía más de dos semanas de no tocar la arena, salí sin mis sandalias. Cuando llegué a la orilla de la playa, pude sentir la arena húmeda y como podían llegar las olas hasta donde yo me encontraba. Arremangue mis pantalones. Y fue increíble. De pronto vi como alguien me espiaba, volteé muy discretamente y vi que se trataba del chico de los ojos hermosos, Víctor se encendió detrás de mi casa y me observaba. Después de un rato regresé a mi casa. Pero antes de entrar fui a la parte de atrás para ver si él seguía viéndome, pero ya se había ido.
Me daba miedo llagar a sentir algo por alguien después de haber pasado por una “traición” y de estar más de 7 años sola, cuando un desgraciado me trató como un estorbo. ¿Cómo podía una mujer de 35 años enamorarse? ¿O recibir flores? Para nada, eso no es para mí.
Me fui a la cama, la noche tan brumosa no me dejó dormir. Pasó un mes sin saber nada de ese hombre que se dice llamar Víctor. Cuando fui a mi cita con el doctor, no fui sola. Para mi fortuna me encontré a Víctor en un lugar cerca de mi casa donde hacen un tipo de concurso de baile. Donde participan chicas en mini bikini. Y también participan hombres guapos y atléticos. Bailan como locos, no todos tienen dotes de bailarines, pero normalmente gana el más guapo o guapa.
Me encanta ver a esos hombres, lo disfruto. No sé cómo he logrado sobrevivir sin comer nada de chatarra, y sobre todo sin sexo. Cuando me planté debajo de una palmera un hombre se me acerco por atrás y me ofreció una cerveza. Me di cuenta de que se trataba de Víctor. Cómo era posible que un hombre tan guapo y que supongo tenía un cuerpazo, traía puesta una camiseta en color ¡negro! Hacía un calor tremendo. Traía un short en color naranja muy a “doc” con la playa. Acepté la cerveza por que para ese entonces ya no tomaba nada de medicamento.
-hola. Te vez bien – dijo el - ¿quieres una?
-ok, gracias. – y no me aguante y le pregunté - ¿oye no tienes calor?
-no, para nada. ¿Por qué?
-bueno es que con el calor que hace es para que andes sin camisa.
-oye ya viste a las chicas de azul, están muy buenas.
-¿cómo? – por poco y le reclamo es obvio, el piensa que soy lesbiana.
-sí, lo están. Oye por la tarde tengo cita con el doctor. No quiero ir sola ¿me acompañas?
-claro. Si, ¿a qué hora es tu cita?
-es a las 6 de la tarde.
-claro que sí.
Nos quedamos de ver en la esquina de la farmacia, llegó y se acercó a mi cuando lo olí, pude percibir un aroma fuerte, un aroma a hombre, ¡qué excitante! Lo tomé del brazo. Para poder atravesar la calle. Cuando llegamos al consultorio el doctor me quitó el yeso. Cuando vi mi brazo. Lo vi muy delgado. Tenía una cicatriz, cuando vi la cicatriz pregunté que si se me podía quitar con alguna pomada. El doctor de nuevo dio otra receta, dijo que mi brazo estaba en perfecto estado. Cuando salimos del hospital y fuimos a la farmacia. El mismo compró con su dinero mi pomada. El doctor me había indicado como lavar mi brazo para no pescar otra infección. Cuando llegamos a la casa el mismo me limpió el brazo y colocó la pomada. Parecía que él era un experto me colocó mis vendas. El me invitó a cenar al restaurant donde trabajaba el, me acuerdo que cené una deliciosa ensalada de lechuga con algunos trozos de pechuga de pollo. Y el cenó una jugosa, sabrosa, hermosa y grande hamburguesa, pero nada más de verla me acordaba de aquella vez que me había puesto mal del estómago.
Todas las tardes nos veíamos y dábamos una vuelta por la playa. El no percibía lo que yo ya estaba sintiendo por él. Siempre el volteaba a ver a las mujeres, que por ser mujer no quiere decir no acepte que algunas de ellas si estas “muy buenas”. Me daba coraje que el pensara que soy lesbiana y que en realidad amo a los hombre y sobre todo que siento mariposas cuando lo veo.
Continuara…



Texto agregado el 11-06-2012, y leído por 247 visitantes. (0 votos)


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