Silenciar el aburrimiento
Debería ser inmune a la opinión ajena y vivir como si el calendario no existiera, mi deporte favorito es disfrutar del ocio sin remordimientos. Por desgracia en nuestra civilización occidental el escritor debe ser baluarte de la intelectualidad, guía espiritual de sus lectores, lo que ha obligado a muchos escritores consagrados a decir (exponiéndose) muchas pendejadas sobre política, cultura y un largo etcétera. Como todo imitamos cuando empezamos a escribir, queremos ser como estas “vacas sagradas”, probablemente en lo único que nos parecemos es en las pendejadas que decimos o escribimos.
La mejor función que reconozco a la literatura es la de antídoto contra el tedio. Por ello mismo, el principal motivo que tengo para escribir es divertirme. Antes de dedicarme en serio a trazar letras en mis escritos, tenía más fluidez y amenidad en mis trabajos. Pero, como reminiscencia de mi vida profesional, me dio por prepararme para tomar en serio mi carrera en ciernes de escritor y, ahí estoy en una escuela de escritores, asistiendo a cursos de redacción, a talleres literarios. Desde luego esto lo hice después de jubilarme, así que como dice el lugar común: “ya no me cocía al primer hervor” y según mi mujer ni al segundo ni al tercero. Mis compañeros eran muchachos jóvenes, desde luego entre las jovencitas no había ninguna belleza que me alegrara la pupila (me imagino que las muchachas guapas están muy ocupadas con su alegre vida social), además de amas de casa en la edad del jamón, que sólo despertaban lástimas incluso en sus trabajos (para ser sinceros, ellas han de haber pensado lo mismo de mi persona). Para mi desgracia el que tenía más inviernos acumulados era yo, pero en contraste era al que se le ocurrían más ideas. ¡Error garrafal!, hay una tremenda discriminación en los círculos literarios, sólo se alienta a los jóvenes, los viejos que inician el espectral arte de la literatura, mejor deben desaparecer y ya no estar consumiendo oxígeno tan escaso en el planeta, así que me fue como en feria, todo lo que producía valía gorro. Al terminar los cursos ¿cómo eran mis trabajos después de la difícil enseñanza? Pues, eran gramaticalmente correctos pero muy aburridos… (A lo mejor tenían razón mis detractores).
A todos nos ha seducido la existencia de los escritores, muchos de ellos como Lord Byron su vida es más de novela que sus obras. Pero, mi vida ha sido plana, nada emocionante tal como lo describió Antonio Machado: “Son buenas gentes que viven, /laboran, pasan y sueñan, /y en un día como tantos /descansan bajo la tierra”. Lo bueno de mi paso por este mundo es que no se me va a ocurrir escribir algo autobiográfico para beneficio de mis escasos lectores.
Entonces: ¿por qué escribo? ¿Qué me gusta escribir? Puedo decir que me gusta el género negro, siempre para mí han sido más interesantes los pecadores que la gente buena y aburrida. Lo que sí es cierto, es que sólo escribo ficción y eso me ha traído problemas incluso con mi esposa. Lo contaré: escribí un cuento sobre una hija producto de un adulterio y, ¡Ay Dios, la que se me armó!, hasta la fecha mi bella consorte tiene dudas. Otro cuento trataba de un joven delicado y fino en sus maneras, Lo leyeron mis ex compañeros de trabajo y todavía piensan que me gusta “la pepsi cola hervida y comer el arroz con popote, y si tuviera que escoger para compartir alegrías corporales entre una bella artista de cine y un ingeniero agrónomo (feo como el pecado), preferiría a éste”. No soy homofóbico, por desgracia las buenas conciencias sí.
La contestación a la pregunta ¿por qué escribo? La verdad no la sé. Al principio con ilusión les mostraba a mis amigos (incluyendo familiares) mis trabajos. Ya no lo hago por el temor de quedarme solo.
No voy a mentir. Lo que me interesa es la lectura, soy un lector empedernido y ecléctico, la escritura es para mí como una enfermedad mental obsesiva compulsiva. Se me ocurre una anécdota y tengo el apremio de escribirla.
En cuanto a los trabajos de los demás, soy en lector benévolo, sólo comento cosas favorables, nunca critico, me da grima la crítica que eufemísticamente llaman constructiva, así que no sirvo para coordinar un taller literario. Hay algo que es cierto, todos los que escribimos algo queremos que nos lean, pero nosotros no hacemos igual.
Claro que no estoy para dar consejos, pero, puedo decirle a todo aquél que quiera escribir sin importar su edad (el pendejear no es patrimonio de los viejos, es muy democrático, cualquiera lo hace), se compre dos libros: uno sobre ortografía y otro de gramática, se los machetee y ya estuvo, a escribir.
Para terminar diré: pienso que no tengo estilo, se me ocurren historias y las cuento, ya sea en poesía o en otro género. Me gusta más la narrativa. Seguiré escribiendo con alegría y sin temor. Sólo me interesa, se han percatado ya, entretenerme y sobre todo reírme. Y por qué no, molestar.
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