Para finalizar de una vez por todas con todos mis traumas, renuncié al pasado quemándolo. Pero no fue una tarea fácil, para hacerlo eficientemente, tuve que ahogarlo primero, dejar que se secara y quemarlo después.
Una botella de whisky,un encendedor y cuatro álbumes de fotos.
Desde ese momento, para no tener traumas nuevos, me olvido de quien soy cada día. Despierto con cara de asombro, me baño con agua helada para sentirme, saco mi auto y durante el día uso identidades que me invento, para luego, al caer la noche emborracharme. Bebo hasta borrar mi nombre.
Nada libera más que perder la identidad. No hay nada en el mundo que relaje más, que llegar a casa siendo un perfecto don nadie.
Ya sé que mi ausencia de traumas derivará en cirrosis. Nunca dije que el plan fuera perfecto.
Pero por más que la mona se vista de seda, por más que beba como si no existiera un mañana, consigo cada día olvidar mi nombre, pero no el tuyo.
Estás siempre ahí papá, tatuado en alguna parte que no encuentro, como un tumor fantasma tan maligno como mi potencial cirrosis.
Te recuerdo en cada foto que enterré y en el fondo de todos los vasos de whisky de todos los bares del mundo. Y salgo a la calle cada vez más aturdido, cada vez con más miedo...pero con la esperanza, día a día, de volver a casa y encontrarte....
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