A ratos, medio muerto,
Me despierto en el ojo de la nada,
Apretada y obstinada,
Reseca de esencia se me va el alma
Se esconde en los rincones de una vieja habitación de paredes sucias,
De llanto y de espigas
Muerte anaranjada para una nube violeta
Que se funde en el ocaso de un medio sol,
Se me rompen los huesos del cansancio,
Del itinerario de repetir y recaer en mis tropiezos,
De recorrer lo uno y lo otro de lado a lado,
Soltar un grito de impaciencia en mi canto
De zozobra sobregirada en una cuenta de ahorros
Comienzo de tersas tardes onduladas,
Abajo hacia las horas, arriba hasta los remolinos del pasado
Desgasto incesante es el respiro de mi piel,
Como pulmones encadenados
Afilando un secreto malicioso,
Una estocada de terror a orillas de la mañana
De los pasos nada, solo vuelo de sombras,
Incipientes tambaleos sin ninguna dirección,
Desmayos de color púrpura que ahorcan mi cabeza,
Me retienen los cabellos de la frente
Y me acarician la espalda con risas ficticias
Así descanso en la penumbra,
En un vistazo de luz apagada por aplausos,
En bocanadas de humo negro distendidas en los portazos,
Entre marchitas figuras de un oscuro pasillo de invierno semanal,
Colgadas con clavos y deshojadas con atriles bañados de paisajes
Asi como que nadie a visto nada,
Asi como que nunca sucedió este momento de inconciente
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