EL DESCUBRIMIENTO
Navegando por la red de hologramas de mi viaje astral, reconstruí todos mis recuerdos y vivencias y traté de recopilarlos en un solo formato para guardarlos en mi memoria y de esta manera poder dispararlos telepáticamente y crear una onda de acercamiento con el ente que estuviese más cerca. La potencia de mi antena no era lo suficiente poderosa para recibir la respuesta, quizá ya no hubiese nadie conectado en mi frecuencia.
Apagué entonces todos mis portales virtuales para aumentar mi potencia. Traté de materializarme en alguna de las ciudades por las que estaba viajando mi holograma en ese preciso instante. Ya no recordaba de dónde venia mi cuerpo, ni de dónde partí esa extraña noche, la noche del descubrimiento.
Lo hice donde la máquina me lo permitió, en una ciudad que me era desconocida. Vagué sin un rumbo fijo por un filamento de energía, atraído por una misteriosa fuerza, que desde un lejano paraje, parecía vibrar en la misma frecuencia que mi receptor.
La seguí telepáticamente, sabiendo que quizás se tratase de otro holograma intentando una vez más, iluminar su soledad. A pesar de la hora, la señal era fuerte y aumentaba a medida que me acercaba. Sabía que me esperaba un holograma como tantos otros, confundido quizás en una red de filamentos desordenados, emitiendo una señal de materialización, buscando la amplificación de sus tubos catódicos.
En otra época estos encuentros se llamaban virtuales pero ahora ya ni siquiera se podía saber si estaban ocurriendo en tiempo real o eran recuerdos inyectados en nuestra memoria.Hacía años que yo no sabía donde me encontraba exactamente; años que no sabía dónde fue que tomé aquella decisión de convertirme en una madeja de sensaciones que circulan por la red. Años, en definitiva, que había abandonado mi cuerpo.
La señal era ahora más intensa, parecía provenir como pensé anteriormente, de una ciudad que me era desconocida. Decidí esperarla convertido en un holograma, para así, de esta manera facilitar el encuentro telepático. Las interferencias eran las previstas para el caso, la luminosidad indicaba el camino y materializaba las ondas telepáticas confundiéndolas en una sola.
Mis pensamientos tomaban forma dentro del recinto elegido por la señal para su encuentro. Las coordenadas las daban las ondas giratorias retenidas en el espacio. Cuando lograban cruzarse, un rayo luminoso se posaba sobre mi frecuencia, construyendo sobre mi memori, los restos de humanidad que todavía se resistían a morir.
Yo había pasado ya por esta experiencia sensorial, quizás la última en la escala de lo virtual, la más sofisticada, la más placentera. Cuando las señales se confunden y forman el holograma, el calor de la conexión da paso al placer de compartir una misma vibración y es ahí donde las figuras interactúan elevando el placer hacia el infinito
Pero algo extraño estaba por suceder que escapaba a mi entendimiento. ¿Estaba yo en presencia de algo nuevo? ¿Estarían haciendo conmigo un nuevo experimento? ¿Me rehusaría ahora, si antes no lo había hecho, cuando me convirtieron en un holograma itinerante?
Comencé a sentir que retrocedía en el tiempo, empujado hacia un encuentro ya vivido o soñado alguna vez. La energía era tremenda, pensé que quizás no lo soportaría. Vi su imagen frente a mi, la misma que creí olvidar aquella tarde en el bar, en aquellos tiempos llenos de espacios y sensaciones reales.
Estaba igual, su piel era tan antigua como la mía. Pude apreciar su suavidad, y su materialidad recorriendo mi piel. Desconectado, recuperé mi cuerpo y el de ella sin distinguir el uno del otro. Sabía que no tenía retorno, preferí arrojarme al vacío. Del otro lado me esperaba un humano real, la más sofisticada de las conecciones.
GABRIEL FALCONI
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