El humo de un cigarrillo no capeaba el frio de las heladas noches de junio, mis dedos, mis pies, mi cuerpo, ido, perdido en los nulos centígrados que marcaba el termostato, faltaba lluvia, faltaban nubes que taparan el cielo estrellado, la Luna hacía su trabajo alumbrando el asfalto sin vida de las calles, pero yo, yo no hacía mas que dejar que la incertidumbre y el sueño acapararan la esperanza de poder dormir. Un sorbo de café y mi lengua se adormece, y en un pestañeo la madera de mi habitación se vuelve piedra. Quisiera ser esclavo de la locura, digerir esas notas de originalidad bajando por mi laringe, pero aún no logro ese éxtasis, ese sabor a gloria no es mas que un simple gusto a tristeza, leve, suavizado, agradable. Ya no siento ese escalofrío en la espalda cuando le pongo play a una canción de Cerati, solo siento un cosquilleo burdo en el cuello, como vaticinando lo que se avecina, lamentablemente.
¿Por mi ventana?, solo se ven las luces de los postes, a la lejanía, no me excita averiguar su paradero, no me emociona conocer la respuesta a las preguntas que todos hacen, si me las preguntaran, no las respondería. Alguien tiene la respuesta a lo que busco, por suerte, no lo necesito, el frio está entrando y ya es bienvenido, paseando por mis cienes, amenazando con borrar las manchas de la alfombra, extorsionándome con tonterías de ayer, con sucesos que voy a ver pasar a la vuelta de la esquina, ya no soy un hombre, tampoco soy un niño, solo soy un par de ojos en un rostro que apunta hacia la nada, hacía un objetivo emborronado por una neblina que yo mismo planté, una barrera salvándome de mi mismo, o de ustedes, personas dueñas de una ira sin razón alguna, con miedo a vivir, a ser libres. Maldita libertad, acabas atrapándonos con su concepto utópico, déjanos sentir tus cadenas, no nos dejes huir.
Olvidé el propósito de esto, el porqué de escribir largas frases, si hoy nos es más fácil decir adiós antes que sentarnos a beber café o abrazarnos, en fin, invité a un par de mariposas al banquete, solo hubo un problema, no reconocieron quien era, quizás era mi peinado o mis facciones, pero ya no recordaban haberme visto, que decepción al yo conocer cada uno de los detalles de sus alas, y no ser mas que un maldito visitante, cada detalle, cada centímetro de piel, un sabor a miel constante, una mancha de grandeza y un regocijo involuntario, una promesa con los ojos cerrados que se lleva hasta la tumba, que ni el enterrador podrá quitarme con sus garras de ultratumba.
El Sol no demorará tanto en aparecer tocándome el hombro, pero debo desertar, soy mas bien del tipo de gente que pone canciones tristes para ver la luz, y sentado sobre un techo, ver como el mundo pasa sin avisar, sin dejar huellas como pistas, son mil las vueltas que pueden dar los días, pero siempre, siempre vuelven al principio, desgarrándote y anudándote la soberbia a la garganta, amarrándote un colgante al cuello, que lleve las palabras que has dicho sin perder la esperanza, pero que al fin y al cabo, solo son oídas por los sordos, que prefieren llevar sus cortas vidas a la nada antes de vivirla y saborear el dulce sabor del amor.
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