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Inicio / Cuenteros Locales / fabian_ / "Oiga, Se Le Cayó El Libro"

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El sujeto de al lado ocupa su asiento a sus anchas y, también, la mitad del mío. Ronca. Sobre sus piernas, usándolo como taparrabo, yace un libro. La portada es de una editorial peruana, una edición barata y de bolsillo de Il Principe, de Nicolás Maquiavelo. Él tiene pinta de obrero de construcción. Tiene un bigote frondoso, negro pero con matices grisáceos, como las canas. Usa una boina café, como su chaqueta. Sus pies calzan bototos, y sus piernas unos jeans desgastados. Apesta. Debe pertenecer a algún sindicato. Debe ser dirigente de una junta vecinal. Debe ser de esos que eran adolescentes o niños, durante el golpe militar del setenta y tres. De esos que vieron llorar a sus mamás cuando Allende transmitía su última alocución al pueblo mediante la radio Magallanes. De esos que perdieron a sus viejos cuando Pinochet llegó al poder. Debe ser de esos que lloran con los poemas de Neruda, o de los que ponen a todo chancho las canciones de la Violeta Parra. De los que usaban poleras del Victor Jara o del Che Guevara cuando iban a la U. Aunque, si lo pienso bien, no creo que haya ido a la U... y no creo que durante esos años existieran esas poleras.
Ese libro, Il Principe, me recuerda siempre a Lenin. Lenin dijo que Maquiavelo había sido una de sus influencias no me acuerdo con quién más. Es raro, Maquiavelo lo escribió para Cesar Borgia, un cabrón de primera. No creo que los Borgia hubiesen sido comunistas en estos tiempos, o en los tiempos de Lenin. Tampoco Maquiavelo. Él hubiera sido facho y, seguramente, de los más crueles. No creo, sin embargo, que hubiera sido amigo de Hitler, o de Mussolini, o de Franco. No, porque esos eran demasiado idiotas y ególatras. Pero tampoco creo que hubiera estado con Lenin, o con Stalin, o con Fidel Castro, y creo que no se hubiera llevado bien con Trujillo o con Abimael Guzmán.
Maquiavelo me recuerda a Diego Portales, no sé por qué. Guardando las proporciones del caso, creo que ambos tenían la capacidad de cumplir sus metas manipulando a otros. No eran los rostros de los gobiernos, pero eran las manos que sujetaban los hilos de sus marionetas enceguecidas por el poder y la vanagloria. Al final, reyes, presidentes, primeros ministros, generales... todos se van al carajo igual. Todos son marionetas hechas de la misma madera, sólo que con sellos de marcas diferente.
El viejo, obeso, ronca con profundidad. Ha de estar soñando. Il Principe se desliza por sus pantalones, cae de su falda y queda bajo el asiento delantero al revotar en sus pies. ¿Iría a pensar el viejo Maquiavelo en aquellos años florentinos que su más grande tratado terminaría algún día bajo el asiento de una micro, mal traducido al español, con una portada tan fea?
De forma un poco irónica, Napoleón fue inspirado en parte por aquél libro, luego conquistó Europa, incluida Italia, la Italia de Maquiavelo. Cuático.
Hace calor aquí. El aire está cargado de una mezcla de olores típicos de un viaje en micro a las siete de la tarde. La gente vuelve de los trabajos, los estudiantes de sus estudios. No es un escenario nuevo. Por un lado, el obrero comunista y gordo me tiene con medio trasero al aire. Por otro, un pendejo vestido de uniforme escolar me pone todas sus partes en el hombro, empujado por otro puñado de engendros del mismo colegio.
Yo no tengo ese libro, Il Principe. He leído esbozos, y un par de capítulos. Sí conozco parte de la historia de Maquiavelo, y parte de la historia de Florencia, y de los Borgia. Gran parte de mi interés por el tema lo despertó un video juego ambientado en aquellos años, con Maquiavelo como uno de los personajes.
La micro frena bruscamente. El viejo se despierta de golpe. Me mira con los ojos entre abiertos, rojos como su alma, con ese rostro de obrero de la Revolución Industrial, cansado, dolido, agobiado. Mira por la ventana. Luego se voltea. Me pide permiso, con la voz ronca, profunda, grave, y el tufo pasado a tabaco. Me tengo que parar para que él pueda pasar. Pienso en avisarle que ha dejado su libro tirado ahí debajo del otro asiento. Pienso en decirle: oiga, se le cayó el libro. Pero no le digo nada. Quiero ese libro. “El fin justifica los medios”, es lo que Maquiavelo dice implícitamente, ¿no? Me siento. El viejo se baja y desaparece entre otro tanto de multitud a las afueras del transporte.
Tengo un libro nuevo. En la portada hay una foto de Napoleón montando a caballo. El título dice El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo, pero en realidad el contenido es un cuento infantil.

Texto agregado el 05-06-2012, y leído por 202 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
05-06-2012 Genial, he disfrutado un montón de tu relato, gracias. ***** senoraosa
05-06-2012 Me pareció perfecto. He ganado tiempo de mi vida en leerte. Justo me han ofrecido leer a Maquiavelo. Lo pensaré dos veces antes. *** Belusonic
05-06-2012 Me ha gustado tu cuento; quisas porque viví en la época con la cual comparas la posible trayectoria del hombre del libro y,aun sin muchos detalles,dejas bien claro el retrato psicológico ambrocio
05-06-2012 he leido otros cuentos, me atrapó tu historia y el conocimiento de los personajes q nombras...seguire leyendo tus trabajos edocamp
 
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