Recostada sobre mi almohada que se vistió por 27 semanas de consuelo, mis ojos imaginan las historias que ella me cuenta, esas que versan sobre las aún incontables aspiraciones de mi boca, en su intento por capturar oxígeno de paz dentro de la tormenta salada donde mi corazón naufragó, después de haberse hundido el barco del amor que una vez se creyó firme en el mar.
Siento mis cabellos en las mejillas, esos que una vez fueron hermoseados y acariciados por las manos de quien dijo sentir el mundo por mí, ese que con sus ojos me regaló caramelos de ilusión y me llevó por sendas empolvadas de anhelos inmaduros que cada diez pazos me lastimaban las rodillas por confiar en los brazos de la indecisión.
Han pasado varios días sin tí... dije en un suspiro. Elevé una plegaria por tu olvido, pero creo que aún tomará algún tiempo dejar los pensamientos que se graban con la inicial de tu nombre, esa letra que para mi desgracia es la misma con la que empieza el mío. Pensé mandarte a llamar con el viento, pero la razón detuvo mi voz trayendo a mi memoria esas palabras que sin sentimiento me hundieron en el más grande sufrimiento del desamor.
En esta hora, me recuerdo de tí... créeme que el callejón del olvido es el más dificultoso para caminar, tristemente, aunque me duela no puedo continuar atorando mis momentos en tu existencia para pensar en ti, rebasando el tanque de mis lágrimas en el cuello que detiene mi mente y pensamientos… Insisto que al final, esta historia no tuvo sentido desde el momento en que de tu mirada comprendí que era una mentira tu amor por mí.
En este segundo... solo quiero dormir, cerrar mi imaginación y esperar la felicidad que acompaña mis mañanas al no pensar en tu rostro. Como silente veneno me enseñaste a sentirte lejos y es que desde hace tiempo tu voz no me despierta. Te reclamo que detesto recordar tus momentos de lucidez donde por muy pocas veces supiste llenarme de luz como una estrella que irradia felicidad.
Bien sé que traes un manual, el que nunca quise leer pues creí que los productos de calidad no tienen desperfectos; sin embargo, no fue así, y aunque creas que no me debes nada, hoy me disfracé de ladrón para adueñarme de él, y con tus instrucciones confabular en tu contra, mi anhelo es aprender el truco de tu espanto, pues ya no quiero verte en mi corazón ni vivirte en mi mente, porque con lágrimas te lo digo que hoy te he sufrido, tanto mucho como nunca lo habrás sabido, y para mí eso ya no es amor, por eso te digo nuevamente... adiós por favor!
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