Los anillos del corazón son esas marcas imborrables de todos aquellos momentos llenos de sentimientos que han ído marcando la historia de nuestra propia vida en sí.
Al igual que un árbol tiene dibujados en su tronco los años que ha vivido a traves de unos anillos bien marcados, nuestro corazón, el de cada uno de nosotros, tiene esas marcas, esas vivencias de amor, amargura, angustia, miedo, alegria y también tristeza. Cuanto mayor sea el tiempo terrenal de nuestra existencia, más anillos ó marcas se irán haciendo mella como una huella invisible, pero a la vez notable, de ese vivir y experimentar.
Cuando lleguemos a la tercera edad nos daremos cuenta del peso que la vida ha ído dejando en nosotros, de esas marcas que no son ya más que unos recuerdos a veces difuminados por la distancia, y otras muchas veces una gran fuerza memorable por la importancia que en su momento pudieran haber llegado a tener en nuestras vidas.
Pero lo cierto es que llegaremos al mismo ciclo de ese árbol, que nació, creció, vivió y murió, compartiendo ese todo en su existencia marcado como a fuego lento e imposible de negar, borrar e incluso olvidar.
Nuestro corazón colecciona anillos de nuestra vida, registros de nuestros sentimientos que si pudieran verse como los de un árbol, los demás sabrian el tipo de vida que hemos llevado, porque en verdad sería como un libro abierto de todo nuestro pasado.
Al igual que ese árbol que sin ojos todo lo ve, sin oídos todo lo oye y sin corazón todo lo siente, ése que nunca puede hablar, y nunca lo hará, sobre áquellos que se sentaron a orillas de su tronco y vivieron diversos momentos ...
¿ Cuánto hay que contar que nunca será contado ?.
¿ Cuántas cosas callaremos cuando de aquí emigremos ?.
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Nacemos para existir, vivimos para crecer, morimos para entender.
Los anillos son las vivencias que nos harán al final comprender.
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Una vida eterna no se consigue con un sola vida terrenal, sino con varias, porque en cada una de ellas, los anillos del corazón nos irán haciendo muchas veces saber llorar, reir y al final triunfar.

Escrito por Carlos Them

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