Despertar y tener esa imborrable sensación, no necesitas una prueba más, no necesitas vivir más para catalogar semejante acontecimiento como lo mejor, lo más sagrado y brillantemente vivido, ideado y construido que por tu experiencia vital, inteligencia e infaltable inocencia que adereza y carga de emotividad, la que de vez en cuando te diferencia y te otorga, curiosamente, destellos de lucidez y sensatez que cautivan.
Allí ambos hacíamos lo correcto, tú sin pronunciar palabra alguna, yo sólo te abrazaba y besaba al termino de una intensidad creciente en el abrazo. El escenario era irrelevante, un "te amo" habría sido redundante.
Jugamos un extraño juego de cartas que yo ahora desconozco, pero entonces parecía entenderlo y haberlo jugado de toda la vida, llegaba incluso a emocionarme tanto como adoraba tumbarme en el suelo contigo y confesarte los secretos más oscuros de mi pudorosa familia, reír de aquel tío impresentable y de los antecedentes de otro que ahora juzga su moralidad.
Sistemáticamente me asaltabas con un beso robado, interrumpiendo esos lapsos en los que divagaba y mientras me quejaba de todo, además de darte sermones aburridos, cuando más me interrumpías. Nos queríamos. |