Me dispuse a salir esa tarde a las seis, como todas las tardes, casi con la exactitud de un reloj atómico de cesio. Dándole un beso a mi esposa candela me despido.
¿A dónde vas hoy papi? Me pregunta, al verme arreglado y perfumado.
Voy a darme unos tragos con mi amigo Buba, que me está esperando en el malecón con un litro de ron blanco.-le respondo.-
No se… pero tengo la sensación de que después te vas por ahí con alguna chula,- me reclama- porque nunca me haces caso cuando vienes, y tengo que acostarme con el deseo reprimido en mi cuerpo.
No pienses así candela -le digo.- lo que pasa es que siempre llego borracho y sabes que cuando tomo me da mucho sueño.
Bueno…está bien. -Suspira casi conforme mi mujer.-
Salgo, llevando mi mejor vestimenta, mis zapatos lustrados, mi sombrero terciado sobre la frente, y emanando una adorable fragancia que me envió mi hijo desde Francia.
Dos horas después, borracho, me encuentro enfrascado en una lucha carnal, entre sudores, gritos de placeres y desahogos reprimidos, con mi amante la Rocha. Al cabo de largo tiempo, despierto exhausto tras la ardua faena.
Dando tumbos, me dirijo a su casa para despedirla, no sin antes argumentarle que no había hecho nada en toda la noche. Ella inconforme, me reclama el desatino, y se despide de mi dándome un beso, motivando la cita para una próxima ocasión.
Un tanto desaliñado me encamino a mi casa. Allí me espera candela en la puerta para ayudarme a penetrar al interior, pues en el estado en que me encuentro es casi imposible sostenerme.
Mi mujer se me acerca y me dice; ¡Onofre, hueles a mujer! ¿Con quién diablos te estabas revolcando?
Con nadie mami, -le respondo- yo solo estaba tomándome unos tragos con Buba. Mira que pasé por la panadería y te traje esta arepa y esta telera para que hagas un chocolate caliente. Sabes cuánto me gusta, y me quita la resaca.
Mejor hazlo tu mismo. -Me responde encolerizada.- ¿Crees que voy a estar aguantándote tus babosadas todo el tiempo? Será mejor que te vayas a bañar, pues apestas.
Entretanto, iba quitándome mi pantalón, y bajando mi pantaloncillo, ante la mirada atónita de candela, dejo al descubierto mi perversa acción. Aun cuelga de mi viril anatomía, la prueba evidente de mi traición.
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