. La puerta blanca, entornada. La luz apagada. En la penumbra, se distinguen una remera blanca, un pantalón, un par de medias enrolladas sobre sí mismas, y un boxer. Llama la atención la ausencia de felpudo.
. Después, la descorrida cortina blanca que apenas se recorta en la oscuridad, casi separada del pálido fulgor del bidet. Una pierna asoma de la bañera, de la que un hilo de agua helada escapa por una pared de azulejos oscuros. Y en el agua de la bañera, un hombre desnudo e inmóvil. La superficie está absolutamente tranquila y lisa, sólo estorbada por algunas partes de ese cuerpo pálido de terror o de muerte.
. Ya acostumbrada a la penumbra podrás ver que ese rostro suave parece contener por la fuerza dos ojos verdes llenos de miedo y de lágrimas, aunque ese brillo sea tal vez la humedad del baño.
. No te animás a tocar el cuerpo, porque lo adivinás tan frío como el agua, casi congelada. Ves en la mano derecha, cuyo codo se apoya en el borde de la bañera, una hoja de yilet que en la palidez de los dedos parece refulgir. Buscás la sangre, y no la encontrás. No la encontrás en el agua, transparente y apenas enturbiada por la extensa presencia en inmovilidad del cuerpo ese.
. La boca rígida, los ojos mirando a la nada, y la yilet firme entre el pulgar y la segunda falange del índice. En el fondo de la casa, o en el fondo de tu cerebro, una música como de campanitas; casi un recuerdo.
. Repasás ese rostro cansado de tanto cansancio. La boca cansada de tanto decir las mismas cosas, cerrada sobre sí misma y sobre el mundo. Los ojos, cansados de tanto ver las mismas cosas, cerrados sobre sí mismos y sobre la nada. El pelo oscuro y ya bastante largo cayendo sobre la frente, sobre los párpados... pero antes estaban abiertos. Sí, notás que antes estaban abiertos, y ahora están cerrados. Mirás su pecho, y ves que desde lo profundo una pequeña ola se mueve, casi imperceptiblemente, en el agua. Con esperanza en los ojos y en las manos, le tomás la cara, y le das un beso en los labios. Cae la yilet al piso con un suave pero violento tintinear, y los ojos se abren, para ver el espacio vacío de la oscuridad del baño. Porque, claro, ¿cómo aparecerías vos en ese baño?