Cuando el Perico decidió suicidarse, Toño enloqueció, no podía creer que su mejor amigo hubiese tomado tan drástica decisión. El Perico llevaba separado más de dos años con la madre de su hija, la drogodependencia , la cesantía y su desvinculación familiar incrementaban aún más sus penas; decidió terminar con su vida una fría noche de invierno, colgado de una higuera cerca de la plaza donde acostumbraba a beber alcohol con sus amigos. Perico en su abismo, nunca supo que tal situación se podía superar, no tuvo palabras de apoyo ni abrazos tranquilizadores, sólo conseguía brindis y drogas, para que escapara por un momento de esa depresión que lo agobiaba.

Toño, desde que su amigo emprendió su partida, le ha pasado una situación similar; por las drogas y el alcohol ha perdido a su novia y su trabajo, se ha pasado los últimos meses en la esquina en donde se crió con sus amigos del barrio bebiendo en exceso, recordando los buenos momentos vividos y anestesiando los dolores implacables que nacen desde lo más profundo de sus corazones.

Hace más de cuatro meses que se corre el rumor de que Perico se aparece al costado de la higuera de la plaza, muchos jóvenes lo han visto, señalan que sostiene la misma fisonomía y su rostro evidentemente demuestra algo de nostalgia, una sensación clara de arrepentimiento. Toño siempre ha querido verlo, tiene tantas cosas que decirle, cuando se emborracha señala que su máximo deseo sería poder conectarse con él, tener la última conversación y comunicarle lo mucho que lo extraña y lo valiosa que fue su amistad. A diario, este personaje prende una vela y llena su pipa artesanal con algo de ceniza y cocaína base, arrodillado en la animita que se construyó como recordatorio en honor a su amigo.

Toño era huérfano, vivía solo en una mediagua que construyó su abuela, cuando él supo que su ex novia se fue a vivir a la capital, la desesperanza se apoderó de él, cogió veinticinco gramos de cocaína y una botella de ron, se dirigió a la plaza de su barrio y se dispuso a amortiguar esas dolencias espirituales que atormentaban su vida. Llevaba más de treinta y seis horas bajo la influencia del alcohol y las drogas, se acercó a la animita y deseó fuertemente la aparición de su amigo. Adormecido, sintió un fuerte estallido en su corazón, se puso de rodillas para calmar el dolor, cerró los ojos y un gigantesco alivio le hizo expresar una pequeña sonrisa en su rostro.

Al abrir los ojos, vio como Perico le tendía la mano para ponerse de pie, tras un fuerte abrazo, Toño soltó el llanto, le expresó que le estaban pasando las mismas cosas que a él, y que honestamente no deseaba tener el mismo final suyo. Perico lo abrazó fuertemente, y le dijo que lo acompañara, que sus penas pasarían, que la felicidad lo esperaba a la vuelta de la esquina, como siempre se lo hacía saber.

Cuando llegaron los peritos policiales, se dieron cuenta de inmediato que se trataba de una muerte por sobredosis, la psicóloga pericial exclamó drásticamente por el abandono social en que estaba sometido el barrio de Lourdes, criticó fuertemente la exclusión social y llamó con suma urgencia a la intervención policial.

En la actualidad, se corre el rumor de que en la plaza, al costado de la higuera, se siente en algunas noches las risas y brindis de los espíritus de Perico y Toño. Los adolecentes que viven en la cercanías del sector comentan que planifican algunos robos o quitadas de drogas. Ellos desearían el paranormal encuentro, con la finalidad de codearse con dos grandes referentes de los suburbios marginales.