La resonancia de tu espectro inmóvil.
En el dogma de lo inevitable.
La casuística jamás existió en nuestra historia,
fueron los dioses ajenos haciendo escarnio en una pareja resistente.

La peste asolando las tierras urbanas,
fisurando los cuerpos,
convirtiéndolos en pulpa y huesos.
Acorralados por la fiebre,
escondidos en las casas,
en los departamentos,
explotando los tendones en silencio.
Agonía y sangre en el dialogo intimo de las familias terminales.
¿Cómo escapas de lo invisible?...
El delirio y el sudor,
la gente desplomándose en el café de siempre,
implorando ayuda,
y los encargados sacando los bultos,
marcando lugares contaminados,
convirtiendo la modernidad en criptas sofisticadas.
Los despojos ardiendo en los bulevares,
en las plazas antes verdes,
el color macilento de las cenizas en los árboles,
cayendo desde los cielos infestos,
el sol pálido… sucio,
inconciente.
¿Por qué debemos representar este caos?...

Te cuide durante días,
mientras te desangrabas,
… los gritos nocturnos,
las suplicas incoherentes y los estertores violentos.
Conté tu respiración,
los ciclos de esa muerte majadera,
tu pecho forzado,
el temblor de los músculos desgastándose,
tu mirada en un lugar extraño.

Recuerdo salir al balcón y encender un cigarro,
la realidad extirpada de cuajo,
…el paisaje desolador del hedor reinante.

Y la resonancia de tu imagen perpetua,
en la amenaza de tu gran muerte.
Estas sentada en el sofá,
exhausta,
ya no queda mucho,
dices que me vaya… antes que lleguen los sepultureros,
y eso voy hacer.
¿Por qué debemos representar este caos?... ¿Por qué?

Te beso…
pronto será mi turno.