Capítulo 6: “Pasos Para Robarse Un Barco”.
-¡No, por favor! ¡Te lo ruego!-pidió a gritos Arturo.
Estaba siendo llevado casi a rastras hacia el tumulto que se ubicaba en derredor a un taburete en el que trataba de hacerse respetar un vejete vestido de forma elegante y opaca. Detrás del taburete el glorioso barco que estaba a la subasta se encontraba anclado y lo custodiaban dos barcos de la marina chilena, sin contar a un grupo de carabineros a bordo.
Como habían llegado casi a la hora de inicio del remate, Esperanza no consiguió asientos, así que se instalaron de pié, apretujados por toda la multitud.
-Buenos días a todos los presentes…-inició el hombre desde lo alto del taburete. Su voz amplificada por el potente micrófono resonó hasta en las entrañas de los asistentes.
Arturo consiguió estabilizar poco a poco su inestable cuerpo y desasirse de la mano de Esperanza.
-¡Te lo prohíbo! ¡Te prohíbo que te robes un barco! ¡Es pecado!-indicó Arturo.
-¿Y qué sugieres para llegar? ¿Una canoa de tronco de palmera a remo?-inquirió Esperanza mordaz.
-No, pero podemos ir en avión-propuso Arturo.
-¿De polizones? No tenemos ni uno-sugirió tan realista como siempre, Esperanza.
-Eso sería hurtar-dijo Arturo.
En el transcurso de su breve conversación ambos habían subido considerablemente su tono de voz, hasta el punto de llamar la atención de toda la concurrencia. La gente comenzó a voltearse impaciente hacia nuestros protagonistas, sin ver la hora en que guardasen silencio. El hombre encargado de la subasta dejó de hablar y tramitar las diversas ofertas que se ofrecían por el navío hasta quedarse con el martillo graciosamente suspendido en la mano.
-Les rogamos que abandonen el lugar, señorita, caballero-dijo el tipo dirigiéndose a Esperanza y Arturo para el alivio de todos-. ¡Carabineros! Muéstrenles como salir.
Los policías se dirigían a los chicos para sacarlos del lugar y así no hacer enojar a los adinerados compradores, pero la muchacha se les adelantó.
-No necesito de su ayuda para caminar, mi amigo y yo nos vamos-dijo.
Luego dirigió una mirada de aviso a Arturo, observó entre sarcástica y elegante a todo su alrededor, dirigiendo una sonrisa de ese calibre a todos les hizo una venia y comenzó a caminar seguida de Arturo.
A pesar de su fachada dura e irónica, el muchacho se consumía de dudas por dentro y eso le mataba interiormente y lo peor era que debía aparentar seguridad, seguridad en sí mismo, y de ello carecía total y completamente. ¿Ella realmente lo consideraba su amigo o sólo esa hermosa palabra había sido una expresión y nada más? Desde que la conoció rogaba a todos los santos conocidos o no que así fuese.
Caminaron hasta alejarse del tumulto y una vez lejos se dejaron caer en unas piedras.
-¡Genial! Ahora no tenemos como llegar-farfulló una furiosa Esperanza.
-No fue mi culpa, tú quisiste robar ese barco-se desligó graciosamente del asunto Arturo.
-Ahora hay que ver cómo salir de aquí y… cómo llegar-razonó Esperanza.
-Me preocupa que los del Seminario me atrapen, ya deben haber empezado la búsqueda. Ruego a Dios que no nos cojan-musitó Arturo triste.
-Tranquilo, no lo harán-dijo Esperanza sonriendo débilmente y apoyándole la mano en su hombro.
-¿Realmente me consideras tu amigo?-preguntó ansioso.
-A pesar de todo, sí-contestó ella.
Ambos se silenciaron un rato, hasta que Esperanza se puso de pié yse decidió a hablar.
-Tengo una idea-dijo con mirar pícaro.
-¡Qué Dios nos perdone!-rogó Arturo.
Luego ambos se acercaron a los barcos de la marina, sin saber que sus vidas cambiarían para siempre, que jamás nada sería igual.
Arturo se subió a hurtadillas a uno y Esperanza abordó el otro en una actitud completamente distinta.
-¡Por favor, alguien ayúdeme! ¡Por favor!-voceó en plena cubierta.
-¿Qué se le ofrece, señorita?-inquirió uno de los marinos cortándole el paso.
-Necesito ir al otro barco, por favor, llévenme. Ahí trabaja un primo mío y debo advertirle de algo-mintió.
-La llevaremos-dijo el capitán de la nave acercándose.
El navío partió y al llegar al barco de remate, Arturo hizo problemas en el otro bajel, así que los carabineros hicieron zarpar el barco de Antigüedades para socorrer a los marinos. El navío en que estaba la chica hizo lo mismo con reforzados deseos y así se había iniciado la persecución. Cuando los tres bajeles se enlazaron, los muchachos descompusieron los barcos de la marina y saltaron al navío que estaba para el remate, una vez a bordo, cortaron toda ligadura y se toparon en cubierta.
-Todo listo para zarpar-jadeó el muchacho.
-No aún. Registra cada milímetro de este maldi…-fue interrumpida.
-¡No maldigas!-ordenó el chico.
-Bien, de este barco. No podemos encontrar ni a un mal…-nueva interrupción.
-Por favor, no maldigas-repitió Arturo.
-Bueno, no podemos encontrar ni un carabinero, porque de seguro si digo paco me vas a salir quizás con qué cosa-se enfadó la niña.
-Es cierto, mala educación-justificó.
Rodando los ojos, la muchacha se posicionó en el timón. Tenía un poco de manejo acerca de navegación por vela, así que guiaría el rumbo. El chico bajó las escaleras a toda prisa y reapareció al rato, no mucho después.
-Todo limpio, ¿y acá?-reportó.
-¡¿Tú crees que estaría tan tranquila si hubiesen extraños aquí?! Gracias a Dios todavía no se devuelven hacia acá-espetó.
-Todo listo-replicó Arturo haciendo caso omiso al comentario.
-Entonces, zarpemos hacia el horizonte…-dijo moviendo el timón y escuchando a lo lejos “¡Malditos estafadores!”.
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