Y entonces el silencio
se rompió en mil pedazos
cuando tu voz de acento extraño
que te dio el imperio
interrumpe la soledad de la noche.

Y sonrío,
mientras buscas entre tu
memoria de nacionalidades
las palabras adecuadas para que no se mezclen.

Después llegue a pensar que la
tristeza que creía infinita
también tiene un final tan cercano
e innato que intuyo se escondía entre
la misericordia de aquel adiós…

Que los comienzos de la verdad
siempre vinieron directo de la memoria
de taciturnos solitarios, implorando
por un poco de extinción eterna y onírica
que rasguñe un tiempo etéreo, desvanecido…


Entonces quise enfrascar
en algún lugar extraño de mi lucidez
los reflejos de lunas andantes, perdidas
entre poemas que ríen entre el hielo
de nuestra misma intensidad.

Y regalarte los últimos fragmentos
de esta tarde tibia, antes
que la oscuridad llene los espacios
y se lleve la luz hasta el otro lado del planeta.

Rescatare a tus ojos de esa melancolía
indigente que lame alcohol en un rincón,
cambiando piezas inmortales, adivinando
sueños de extraña pureza que nunca volverán…