En la noche fatigada, déjame entregarme sin lucha al sueño, con mi confianza echada en tí. ¡No consientas que fuerce mi espíritu flojo a una pobre preparación para adorarte! ¿Acaso no eres tú quien corre el velo de la noche sobre los ojos rendidos del día, para renovar su sentido con la refrescada alegría del despertar? R.T. /B. d.l.V/
Texto agregado el 26-05-2012, y leído por 278 visitantes. (10 votos)