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LA CITA

1
Francisco entró al bar y se sentó en una mesa que daba a la esquina, pidió un café y el diario - ¡Estoy esperando alguien! - le dijo al mozo. Pasaron cinco años desde cuando Francisco había enviudado. A los 70 años aprendió a usar la computadora, uno de sus amigos del club de jubilados le enseñó a chatear en las redes sociales. Así conoció a Carmen, bit a bit teclado va teclado viene, quedaron en encontrarse en el café de la esquina.

2
Ese domingo, para él igual a cualquier otro día en la semana, el temporal nocturno había dejado paso a una mañana soleada que la brisa del prematuro otoño convertía en perfecta. Cuando salió de su casa caminando rumbo al bar, el sol ya estaba alto.
-Días así valen la pena, la vida tiene sentido y se deben vivir como vengan, sin cuestionarse – pensó crítico, tal vez como pretexto para despejarse de la confusión que le producía el inminente encuentro con Carmen.
Sus ojos perdidos redibujaban las letras de la vidriera del frente.
Trataba de olvidar el dolor que lo seguía lacerando con diminutos puñales. Por enésima vez miró su reloj pulsera, lo alejo y acercó hasta que las agujas le clavaron la hora.
A pesar del gentío que puebla el centro, Carmen llegó puntual a la cita.
3
La reconoció enseguida. Carmen le había dicho que para que la reconociera, iba a ponerse una flor en el cabello. La dama que había entrado, portaba una enorme flor amarilla.
!Diablos! !Qué vieja era! Francisco ya había pasado los 70 años pero esta mujer, seguramente le llevaba una década de ventaja.
Se acurrucó en la silla tratando de pasar desapercibido, pero la dama, que además no venía sola, ya que llevaba en brazos a un perrito de esos ñatos, horribles, lo reconoció también porque él se había colocado la corbata con los colores de Boca.
Se acercó rumbosa a la mesa y le espetó: -¿Vos sos Francisco? No alcanzó a contestarle porque Carmen siguió parloteando. -Creí que no llegaría a tiempo, porque Otto no quería que le pusiera perfume, pero un perro que no esté perfumado es feo y con poca clase, y yo me jacto de tener mucha clase porque desde la cuna mis padres que en paz descansen me enseñaron que cada cosa tiene su lugar y que hay un lugar para cada cosa. Debo advertirte que esta no es mi primera cita a ciegas y que no creo en el amor a primera vista, así que pienso que debemos conocernos bien, si es que vamos algún día a intimar. Me gusta pagar la mitad del gasto que hagamos. Otto se conforma con una galletita y verás que te encariñarás con él.
Francisco tragó saliva y asintió.
4
Van a tomar algo? Preguntó una preciosa jovencita meneando las caderas que casi se le cae la baba a Francisco, pero cuando obervó el rostro de Carmen inmediatamente la volvió a recoger !por Dios que esta mujer lo intimidaba!
Tartamudeó y antes de lograr decir palabra la dama tomó el brazo de la joven preguntándole por la variedad de galletas, ingredientes, tiempo de almacenamiento , fecha de caducidad y esas cosas raras que Francisco jamas imaginó escuchar. Carmen sacó una larga lista de su bolso de mano, la extendio sobre la mesa y comenzo a recitar peso y volumen de lo que el perro de escaso kilogramo podia consumir. Que si la lactosa le provocaba vómito, el azúcar lo hacía enérgico e insoportable, los carbohidratos afectarian su corazon. La jovencita desesperada veia a Francisco mientras aquella mujer desempacaba distintos frascos y cajas de medicamento. Que si las infecciones, que los lugares publicos son peligrosos. Fue cuando se levanto moviendo salseras, saleros, totopos y pimenteros. El mantelillo rojo volo por los aires mientras un desinfectante en aerosol inundo el ambiente, botes y polvos escobetas y diferentes franeleos con sustancias de olores repulsivos. Francisco no quiso ni imaginar que sería de el más tarde, cuando se dirigieran al cuarto de hotel donde pretendian conocerse mejor sin miradas curiosas, ah! pero eso si... sin intimidar.

5 PRIMER FINAL
Cuando entraban al cuarto Francisco insultó por lo bajo arrepentido - ¡me cago en toda la internet! - Mientras Carmen no paraba de hablar y Otto gruñía permanentemente.
Ya en el cuarto el se sentó en una silla y tomando por primera vez en la noche la palabra, preguntó.
¿Así que Carmen... y cuál es tu apellido?
Carmen le sonrió y caminando hacia la puerta le dijo.
- en realidad mi nombre no es Carmen, es solo un seudónimo, un nick.
- ¿ Un nick?.... ¿y porque Carmen?
- Por la opera... me encantó cuando la estrenaron...
Carmen le sonríe malévolamente mientras cierra con doble llave el cuarto.
- Pero esa opera... ¡se estreno en Paris hace un siglo y medio!... ¿como carajos...?
Otto se retueerce en el piso y crece mágicamente a pasos acelerados.... a ambos costados de su cabeza dos prominencias comienzan a desarrollarse.
Francisco mira asustado al perro mientras pregunta
- Oye, ¿que le pasa a Otto?
Carmen esta vuelta de espalda, una voz oscura le responde tenebrosamente
- Oh, ¿Otto?... es otro nick...
el hombre, al borde de la locura mira al feroz perro de tres cabezas mientras escucha.
- En realdad se llama Cancerbero.
Voltea asustado la cabeza, pero Carmen ya no es Carmen.
Una alta y flaca sombra vestida de negro lo mira desde la oscuridad de su capucha.
una voz de ultratumba le dice.
- Ah, y mi nombre real no es Carmen... soy más conocida por Parca...y recuerda, tú me buscaste.

5 segundo final
Cuando Francisco ingresó al Hotel y estuvo sentado frente a Carmen, recordó a su mujer y se dio cuenta que no había sido más que un viejo cobarde, incapaz de beber el trago amargo de la soledad, incapaz de asumir su duelo. A veces estar consigo mismo es una dádiva, contemplar el horizonte y ver más allá, y recordar los primeros sueños sintiendo que a los setenta años aún se puede soñar.
Miró a Carmen, una mujer que no dejaba de hablar, a quien la cordura se le había escapado y dijo secamente: Carmen, te llevo a casa, ya es tarde y no me siento bien. ¿Quéeeeee? chilló la mujer y dando a Francisco una bofetada en pleno rostro se alejó del lugar ¡Viejo boludo! fue lo último que escuchó.
Francisco salió de aquel lugar, se tocó la mejilla, sonrió y caminó lentamente.
FIN