Abducción
El sábado a la noche tuve una experiencia asombrosa. Venía caminando por la calle Brasil, cerca de la estación Constitución, cuando vi que se me acercaban dos mujeres muy sonrientes. Como conozco bien la zona, no me extrañó, ya que esa calle es famosa por las mujeres que la caminan. Mi tío les dice “trotonas” y mi tía las llama “prostiputas”. Yo no soy de los que segregan a la gente según su posición social en el mundo. No discrimino a nadie. Estas mujeres que practican la profesión más antigua del mundo, siempre esconden un drama, un dolor, una pena que las obliga a hacer lo que hacen. Me estoy refiriendo a las chicas de la zona que acabo de mencionar, que se venden por monedas, no a las otras de alto nivel que pululan por los hoteles “cinco estrellas” y que no abandonarían su profesión por nada en el mundo. Igual son prostitutas.
Decía que se me acercaron y me ofrecieron sus servicios, dos al precio de una, que yo rehusé cortésmente, aduciendo que me estaba esperando mi novia y que andaba muy corto de dinero.
—¡Para otra vez será!— les dije mirándolas con ojos golosos y depravados, o al menos así creí que me verían. Tampoco quería quedar como un marica o que pensaran que yo era medio mariposón.
El asunto es que seguí caminando por la calle Brasil, que en ese lugar es muy oscura por todos los árboles que hay en las veredas.
—Maldito Macri, que no hace podar estos árboles— refunfuñaba yo, puteando al intendente.
De pronto vi dos sombras que se abalanzaron sobre mí y me dieron un terrible mamporro en la cabeza. Mientras se me doblaban las rodillas y caía, alcancé a pensar que eran las dos trotonas que me asaltaban para sacarme los pocos pesos que tenía.
—¡Uy! El relós — me imaginé pensando que me robarían mi querido relós con la cara del ratón Mickey.
Desperté acostado en una especie de camilla de hospital, y con las muñecas atadas y las patas también.
A ambos lados de la camilla estaban dos figuras, vestidas con una especie de sotanas con capucha, que no me permitían verles las caras.
—Hombre— me llamó el más gordo. —Somos de otro planeta y queremos que nos contestes algunas preguntas
Yo estaba quietecito, aterrado y sobre todo porque me di cuenta que estaba totalmente desnudo. Tenía frío y también vergüenza porque justo hoy quería darle una sorpresa a mi novia y me había afeitado mis partes pudendas y parecía un pollo recién pelado.
¡Maldita la hora en que lo hice! Pero, claro, no me iba a imaginar que me iban a desnudar dos marcianos o lo que fueran. Además es mucho más higiénico andar así (según mi novia) que todo peludo con esos pelos duros, hirsutos, sin peinar. Recuerdo una vez que me peiné y me engominé con Glostora y al rato me agarró una picazón de la gran puta. Tenía los testículos más colorados que huevo de ciclista en verano.
Desde entonces nunca más, pero mi novia me insistió tanto…
El gordo sacó una especie de Mp4 con pantallita y todo, de donde leyó las preguntas que ya tenía preparadas.
—¡Qué es modestia?
—Modestia es reconocer que uno es perfecto, pero sin decírselo a nadie.
El gordo empezó a tipear la respuesta y ahí fue donde le ví los dedos. No se si eran seis o siete dedos y sin uñas y parecían pequeños penes.
—¿Qué es la diplomacia?
—La diplomacia, mi querido señor, es el arte de decir “lindo perrito”, “lindo perrito”, hasta encontrar una piedra para tirársela.
—Y el cerebro ¿qué es?
—Es un órgano que sirve para que pensemos que pensamos.
—¿Qué es cura?
—Es una persona a la que todo el mundo le llama Padre, con excepción de sus hijos que lo llaman tío.
Yo no quería mirar sus malditos dedos, pero la vista se me desviaba y casi no podía aguantar la risa. El que parecía ser el meñique se me hacía familiar. Me hacía recordar al mío. No por lo chiquito, sino por lo sonriente.
—Indiferencia, ¿Qué es?
—Indiferencia es la actitud que adopta una mujer hacia un hombre que no le interesa y que es interpretada por el hombre como “se está haciendo la difícil”
—Intelectual
—Intelectual es un individuo capaz de pensar por más de dos horas en algo que no sea sexo.
—¿Dolor de cabeza?
—Es el anticonceptivo más usado por la mujer de estos tiempos.
—Y ¿Qué es un héroe?
—Individuo que, a diferencia del resto, no pudo salir corriendo.
— ¿Gualén, qué es?
—Creo que es lengua en argentino…
—Y lengua ¿qué es?
—Es el órgano sexual que algunos degenerados usan para hablar.
Estuvieron como dos horas haciéndome preguntas y yo muerto de frío, atado a esa camilla. El más flaco sacó su mano asquerosa y me la puso en la frente. Solo recuerdo haber visto una gran luz azul. Otra vez desperté. Pero ya no estaba atado. Estaba desnudo en una especie de calabozo con rejas en ventanas y puerta.
Un hombre con uniforme se acercó y me pasó una frazada a través de las rejas.
—¿Ya despertaste? Mirá que andar desnudo, borracho, con el frío que hace.
Le empecé a contar mi experiencia con los extraterrestres, pero me hizo callar.
—Mirá, no te creo un carajo y si fuera verdad tendría que hacer un enorme informe con tu cuento. Así que mejor andate a tu casa y acostate a dormir la mona.
Seguro que nadie me va a creer que esto me sucedió, así que mejor se los presento a ustedes en forma de cuento.
Pero juro que es verdad…
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