Inicio / Cuenteros Locales / yajalon / Tres minutos y dieciséis segundos.
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Tomó el metro a las seis treinta de la tarde. Había subido al carro atropellada entre la multitud que, ansiosa y desesperada peleaba por un espacio. Escuchó el sonido del silbato anunciando el inminente cierre de las puertas. Cerró los ojos. Se arrepintió de no haber considerado pantalón, en lugar de aquella falda corta. En silencio repitió la oración. Exacto: un-Padre-nuestro. El sonido de los frenos de aire liberados. El rostro de aquellos desconocidos también llenos de asombro. Cesó el silbato. Se cerraron los accesos. Un profundo silencio. El metro comenzó a rodar sobre los rieles. Primero lento, en segundos más veloz. Vio a través de los cristales. Las paredes del túnel recorriendo en sentido contrario. Las luces dentro bajando de intensidad. La irrealidad desfilando por su mente. Apenas vislumbró de reojo al sujeto a sus espaldas. Inmovilizada entre la gente. Como si todos ellos hubieran planeado cada acción concertada. Los brazos colgando a su lado, sujetados entre cuerpos ajenos. La voz ahogada en su pecho. Dejo que la tomaran de la cintura. Que abrazaran su cuerpo, que exploraran brutalmente la entrepierna y el trasero. Y que finalmente besaran su cuello. De súbito el metro se detuvo. Había llegado a la siguiente estación. Se abrieron las puertas. Descendió la gente de nuevo en desbandada. Ella se mantuvo en el pasmo, sin salir del asombro. Él bajó a toda prisa como escapando de alguien. El arrimón y la violación se habían consumado. Tres minutos y dieciséis segundos que habían parecido eternos. |
Texto agregado el 23-05-2012, y leído por 269 visitantes. (0 votos)
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