miraba la ventana de casa por la noche cuando alguien entró a mi cuarto... ¿quién eres?, pregunté... no dijo palabra alguna ese alguien, mas bien no se decidía a dar un paso o salir del lugar en que estaba... luego, pareció decidirse y detuvo todo el silencio que nos rodeaba... las luces del cuarto emigraron como aves silvestres y las paredes se encendieron como si todo estuviera enfurecido... era un tipo raro, de escasos cabellos y vestía con ropas fuera de época, pero le sentaba bien... sonreía tristemente cuando empezó a acercarse... ¿quién eres?, me preguntó... iba a gritar o salir del cuarto, pero algo dentro de mí sentía que todo era producto de un milagroso momento... no lo sé, le dije... yo tampoco, respondió… no sé cómo he llegado aquí... estaba navegando en un bote en medio de un mar apacible, con un cielo tranquilo cuando una estrella bajó hasta llegar a mi presencia... dijo que era mi madre y que yo era su hijo... entró dentro de mis ojos y desde aquel momento salto de un lugar a otro, como si fuera un viajero de mundos, de épocas y de cielos amables... ¿eres un ser de otro planeta?, le pregunté... no lo sé, pues, no sé dónde estoy ni qué hago aquí, pero hay algo extraño siempre que viajo... siempre estoy frente a seres tan sorprendida como yo, que ama sin saber que ama y que siente su lugar en todas partes... ve el cielo como lo veía yo y no sabe que somos esa misma luz que brilla en toda oscuridad... que no existe más negrura que la que soñamos, pues todo es luz... del fondo de aquellas paredes se acierta algo sin nombre, tan hermoso como la piel de un recién llegado... hago juegos con mis viajes y siento que en donde caigo o camino son como las manos de mi madre, cuidándome como si fueran escaleras a mi hogar o castillo... y si veo luces es que estoy en todas partes...
le escuchaba y algo dentro de mí decía que todo era verdad... ¿puedes volar?, pregunté... el tipo sonrió... bajó de mi cuarto por las escaleras llenas de luz y luego le vi salir de mi casa, subir a un auto y alejarse como si fuera un amigo... miré el cielo y todo estaba bello y cuando me di la vuelta volví a verlo... ¿cómo has hecho esto?, le dije... sonrió y me cogió de la mano... sentí algo bello, como si estuviera abriendo los ojos por la primera vez... veía las mismas cosas pero cubiertas por algo así como el aura de un árbol de navidad... llévame, le pedí al tipo... pero si no puedo irme jamás, porque nunca he estado ni estoy, tan solo brillo, eso es todo, y cuando ves algo, son las luces de tus ojos y las imágenes que anhelas ver... ese que ves y que ahora estás viendo eres tu... soy tú y tu me estás buscando cuando estamos juntos desde antes y después que buscaras entender lo que no se entiende... adiós, le dije sintiendo que se alejaba, y luego, le vi entrar en mis ojos... desde aquel momento viajo por lugares que imagino y no... camino por las calles y hago mi laburo, y encuentro y no encuentro... soy nada y soy todo, un pedazo de gaviota o sus plumas... desde siempre fui y no fui... algo que no entiendo porque jamás nací para entender la eternidad de la existencia...
volví a mí mismo y en las noches converso con mi ángel perdido... le digo cosas y siempre, siempre, siempre, me escucha y sonríe...