Ayer fui invitado, como en años anteriores, a celebrar el Día de los Muertos por SIDA. Estaban presentes sus familiares, enfermos de SIDA y los que trabajan apoyándolos en su enfermedad, (en el Centro de Salud Mental de la Municipalidad de La Granja). Es una sentida ceremonia, que concluye con la oración por los niños, heterosexuales y homosexuales fallecidos debido a esa enfermedad, leí y expliqué Isaías 49,15-16:
“¿Puede una mujer olvidarse del niño que cría,
dejar de querer al hijo de sus entrañas?
Pues bien, aunque alguna lo olvidase,
¡Yo nunca me olvidaría de ti!
Mira cómo te tengo grabada
en la palma de mis manos.”
Elegí ese texto, porque estos enfermos se sienten y saben muy discriminados, despreciados por muchos. Y estas palabras son consoladoras. La gente puede discriminarlos y apartarse de ellos, pero Dios nunca lo hará.
Este fin de semana en la iglesia Católica celebramos la Fiesta de la Ascensión del Señor. En el Evangelio Jesús dice a sus discípulos que hagan discípulos suyos bautizando y enseñando a vivir el Evangelio. Y bendiciéndolos, se despide de ellos diciendo: “Yo estaré con ustedes hasta el final de los tiempos.”
¡Qué bueno es saber que Dios está siempre con nosotros!
No para librarnos de los peligros y problemas propios de la vida y de nuestros errores. Sino para que todo los que nos pase, sirva para nuestra salvación, para nuestra felicidad eterna.
Niños, heterosexuales y homosexuales fallecidos por SIDA, por la misericordia de Dios, descansen en paz. Amén.
|