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La Aparición

Después de haber cenado, yo estaba en un sabroso dormitar en la baranda, cuando mi nieto e mi nieta vinieron me despertar.
- ¿Abuelo, cuenta una historia? Una de aquellas bien aterradoras. – pidió el niño.
- No es necesario ser muy atemorizante, sino después voy tener sueños malos – enmendó la niña – e usted también, su miedoso.
- Está bien, entonces sólo un poco aterradora.
Yo no tenía manera de escapar. Cuando ellos insistían en una historia antes de dormir, no sosegaban mientras yo no hubiera contado. Tenían diez años de edad, eran gemelos, y estaban pasando unos días en mi hacienda, en el interior de Goiás.
- Está bien. Entonces les voy contar la historia de la aparición que conocí. Ya hace muy tiempo. Fue cuando yo era niño, tenía la edad de usted ahora, y moraba aquí con mis padres.
- ¡Entonces hace muuuuuy tiempo...! – rió la niña.
- Chancera… Presten atención, y no quédense asustados.

“Vinimos morar en esta hacienda, porque mi padre estaba cuidando de un gran maizal cerca aquí, e necesitaba estar todos los días con los trabajadores. En aquel tiempo, Caturaí era un pueblo muy pequeño e sosegado, muy bueno para morar. Yo demoraba unos veinte minutos a pie para llegar a la escuela, en el centro del pueblo. Salía temprano y regresaba en la hora de almuerzo. A tarde, como no tenía mucho que hacer, solía ir hasta el arroyo divertirme o pescar, a veces hasta tomar un baño.
En uno de esos días, cuando volvía de la escuela, pasé por el arroyo y encontré una niña. Era más nueva que yo, debía tener unos siete o ocho años. Estaba descalza, el vestido florido y fuera de moda rasgado, e tenía una cicatriz en la frente, e estaba toda sucia.
Sentí un escalofrío, mas como era un niño cortés, a cumplimenté.
- Buenos días, damita. ¿Quién es usted? ¿Por qué estás así, toda sucia?
- Buenos días. – respondió. - Soy Clara. Soy asimismo…
- ¿Usted mora cerca de aquí?
- No sé…
- ¿Estás perdida? ¿Quieres ayuda?
- No, no estoy perdida. Vivo por aquí mismo. No puedo salir de aquí.
Extrañé aquella conversación. Al longo oí un silbido. Fue ver quien era. El camino quedaba a unos diez metros. Fue hasta la y vi que era mi padre. Cuando volví al arroyo, la niña había sumido. Volví al camino y acompañé mi padre hasta la casa. No dije nada a él, quería conocer más a respecto de la niña antes de hablar con alguien.
A tarde fue hasta el arroyo. La niña estaba allí, asentada en una piedra. Yo tenía llevado una caña de pesca e cebos, y comenté con ella, para iniciar la conversación:
- Voy pescar un poco. ¿Usted sabe pescar?
- Yo no me recuerdo.
- ¿Y lo que usted recordase? – Creía que ella era una niña desmemoriada. ¿Quién sabe ella hablaba algo que indicaría donde venía? Así yo podía ayudar.
- Me recuerdo de mi nombre… de una fiesta en la ciudad... de la Iglesia… después de un hombre extraño… yo gritando aquí… dolor. Me recuerdo también de las arboles creciendo… y antes de eso todo, de mi padre narrando historias para mí… de fantasmas, apariciones… hallo que soy una aparición, porque no consigo salir de aquí.
Yo rió de la niña. Creí que ella quería asustarme.
- ¿Aparición? Más apariciones vienen para asustar a gente. Usted no ha asustado me. Creo que usted es solo una niña perdida. Y para salir de aquí es solo caminar pela vereda, logo allí tiene un camino. ¿Usted ya fue hasta allá?
- Yo ya había tentado, mas fuera de aquí es todo oscuro. Para todo lado que voy es oscuro. No puedo salir de aquí. Por eso creo que soy una aparición. Y usted no pude tocar en mi, sino vas morir de miedo.
- Está bien. No toco en usted. ¿Vamos pescar?
- Voy quedarme mirando. Cuenta me algo. ¿Usted va a escuela?
Yo pasé lo restante de la tarde pescando y hablando de la escuela. Como ella no tenía o que contar, quedaba se solamente oyendo, aquí y allá hacia alguna pregunta. Al crepúsculo fue para mi casa y ella quedose por allá.
En aquella noche quedé me pensando en aquella situación y no hallé ninguna solución. En el día siguiente pregunté a mi madre se teníamos cerca alguno vecino con hijos, más ella afirmó que los más próximos moraban en la ciudad.
Cuando regresé de la escuela, pregunté a ella acerca de apariciones, e ella me dijo que eran fantasmas que venían aterrorizar a la gente. Y que normalmente eran personas que habían muerto de repente, o que habían sido asesinadas, y no hallaban su camino para el sitio de los muertos. O personas que habían muerto y no sepultadas, y vagaban por el mundo. Aquello me aterró, pero la curiosidad fue mayor. Creé coraje y fue nuevamente al arroyo. Allá encontré la niña, da misma manera, con el mismo vestido, descalza, cabellos desgreñados. Conversamos, jugueteamos, entramos en el agua, y la tarde pasó tranquilla. Fue así por mas unos días.
Un cierto día, quise hacer un test. Iba tocar en la niña. Discretamente me aproximé de ella mientras estábamos jugueteando en la margen del arroyo. Después, fingiendo un resbalón, abrí los brazos y apoyé en su mano.
Fue como se hubiera tocado sobre hielo. Sentí frío hasta los huesos, e entero me ericé. De repente parecía que todo se quedaba oscuro, y que todos fantasmas gritaban al mismo tiempo. Vislumbré en la niña un esqueleto, y sentí muy miedo. Un viento helado pasó por mi. Solo no salí corriendo porque mis piernas temblaban demás. Quedé me paralizado de terror, y miraba la niña. A pesar de ella no tener mudado en nada, ahora me aterraba. Yo quería salir de allí corriendo, más las piernas no obedecían. Entonces percibí que la niña comenzó a llorar.
- No podía tocarme. – Lloriqueó. – Ahora usted va sentir miedo… no va más hablar conmigo.
Yo verdaderamente estaba con mucho miedo, más no conseguía hacer nada. Por mucho tiempo permanecemos así, hasta que me sosegué un poco:
-Pare de llorar. Prometo que no voy quedarme en miedo.
¡Mentira! o estaba mismo aterrorizado. Entretanto no podía dejar una niña llorando por mi causa, mismo siendo una aparición de verdad.
- ¡Vete de aquí! Sé que va quedarse con miedo y dejarme a solas. – y sumió delante me.
Fue para casa casi corriendo. En aquella noche tuve una porción de pesadillos. En lo día siguiente, al pasar cerca al arroyo, me ericé todo. Regresé de la escuela, almorcé. Quede me pensando en la niña. Aterrorizante o no, ella quedara llorando por mi causa. Creé coraje y resolví echar un vistazo en arroyo, mismo muriendo de miedo. Llamé nuestro perro para me acompañar, más o perezoso sólo quería quedarse a dormir en la baranda. Fue sólo.
Llegué despacito, casi desistiendo. La niña estaba allá, sentada en una piedra.
-¡Usted volvió! ¿No estás con miedo?
- Estoy muriendo de miedo, más usted quedose triste por mi causa. Vengo pedir disculpas.
La niña sonrió, y como por encanto, el miedo disipo se. Hablamos, caminamos por la margen del arroyo, jugueteamos en las piedras, más yo tenía mayor cuidado en no le tocar. No quería más sustos. Así todo volvió al normalidad, se es normal un niño hablar con una aparición…
Pasó una semana, y yo iba todos los días al arroyo. Ya estaba me acostumbrando a hablar con aquella niña.
En un sábado fuimos a la ciudad, volvimos tarde, no pude irme al arroyo. El domingo amaneció soleado, levanté temprano e resolví ir allá. En esto día, el perro, venciendo la pereza, resolvió me acompañar. Estábamos caminando en las piedras, cuando el perro empezó a ladrar. Por un momento desvié mi atención para el ladrado, y la niña desapareció. Decidí ver por qué el perro estaba ladrando. Entré en la mata. Cerca de allí el perro ladraba para el que parecía un amontonado de ramas secas. Fue hasta allá, e con un bastón reviré las ramas. El que vi, aterró me más que en toque en la niña: ¡un esqueleto humano!
Salí de allí corriendo, como se un enjambre de abejas estuviera me persiguiendo. E erro llegó antes de mi, y se enhebró debajo de la mía cama, y quedose allá gañendo aterrado. Mis padres estaban en la cocina y no entendían mi susto. Con mucho costo, me hicieron tomar una taza de agua, y finalmente informé:
- Padre, cerca del arroyo… un esqueleto… de gente… - yo estaba tremendo.
Mi madre me abrazó y me hizo quedarme sosegado.
- Vamos hasta allá, me muestre. – dijo mi padre. – No tiene por qué ter miedo, yo estaré junto de usted. Y esqueleto no hacen nada.
- Está bien, padre. Más se quede cerca de mi.
Todo sucedió muy rápido. Fuimos hasta allá, mostré el sitio. Mi padre miró el esqueleto, un pequeño esqueleto, y dijo para no mecer en nada. Me llevó hasta la casa, y a caballo, fue hasta la ciudad. Media hora después, estaba de retorno con algunos hombres, uno de ellos el comisario de la ciudad. Fueron hasta el sitio en que estaba el esqueleto, limpiaron en torno. Debajo de ello había unos restos de trapo irreconocibles, a no ser por un pequeño pedacito, que mostraba unos trazos parecidos con flores. Reconocí aquel estándar, era parecido con el vestido da niña. Unos tres metros adelante, hallaran unos calzaditos de plástico, viejos, más a pesar de eso enteros. El comisario dejó algunos hombres en el sitio e se fue para la ciudad. Había dicho a mi padre que pensaba que ya sabía de quien era el cuerpo.
Volvió a tarde con una pareja de cabellos grisáceos. Traían un retrato, que mostraba una niña arreglada, calzaditos de plástico y vestido florido. Reconocí inmediatamente la niña del arroyo, más no dije nada. ¡Imaginen se yo iría contar que estuviera hablando con una niña muerta!
Los calzaditos fueran reconocidos como aquellos del retrato. Los pedazos de trapo también. Un resto de cinta de cabello, que estaba más conservado, no dejó dudas: era la misma niña. El comisario explicó a mi padre que aquella niña, Clara, había desaparecido mientras una fiesta, unos diez años atrás. Aquel retrato había sido esparramado por toda la ciudad, más la niña nunca había sido descubierta.
Pusieron los restos en uno pequeño cajón y llevaron. Iban hacer el entierro.
Por casi una semana quédeme sin volver al arroyo. Estaba triste y atemorizado, más en fin resolví enfrentar el miedo. Un día, temprano, antes de la neblina de la mañana se disipar, fue hasta allá, y para mía sorpresa, la niña estaba jugueteando en las aguas. Estaba sin ropas, más no parecía sentir vergüenza por esto. En su cuerpo no había más cicatrices, sus cabellos estaban arregladitos, medio en caracoles, y ella sonría como la niña del retrato.
-¡Usted volvió! Quería mirarte antes de irme.
- ¿Usted se va? ¿No va más volver?
- Si, me voy si, usted me encontró, ahora puedo seguir adelante. No necesito más permanecer aquí. Más usted pude soñar conmigo siempre que quieras.
Su sonrisa era contagiosa. Ella se aproximó de mi extendió las manos. Ni recordé que no podía tocarla, e aseguré sus manos. De esa vez su toque era caliente e gustoso. Ella quedose en las puntas del pies y me besó la frente. Fue muy bueno, parecía cariño de madre. Después, un par de alas blancas se desdobló en su dorso, y ella se fue alejando, flotando hasta desaparecer en la neblina.”

- Esa es la historia de mía amiga aparición que se tornó ángel. – complementé.
- ¿E usted soñó con ella después de esto? – preguntó el niño.
- Muchas veces. Siempre soñaba con ella cuando iba dormir preocupado o triste con alguna cosa. Creo que ella se tornó mío angelito de la guarda.
- ¿Abuelo, porque ella estaba sin ropas? – preguntó la niña.
- ¡Ora, su tonta! – intervino el niño.- ¿Se ella hubiera estado de ropas, como es que iría desdoblar las alas? ¿Y usted nunca miró los angelitos de la iglesia? Ellos también no usan ropas, por veces, sólo un pañito en la delantera.
- ¡Más aquellos son angelitos bebés! La niña del abuelo era más vieja, casi una jovencita.
Mi hija llegó y interrumpió la discusión.
- ¡Chicos! Es hora de dormir. Y usted, papa, pare de atemorizar los chicos con sus historias. Tendrán pesadillos la noche toda.
Los gemelos fueron dormir, y contrariando las previsiones pesimistas de mía hija, no tuvieron pesadillos. Dormirán tranquilos, y en lo día siguiente aprovechamos para visitar el arroyo. La niña no apareció para nosotros, más nos divertimos mucho en aquel día…

Texto agregado el 18-05-2012, y leído por 117 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
22-05-2012 Fascinado con tu historia! 5* ZEPOL
 
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