Oleada tras oleada la nave deja su carga en la playa de desembarco. Descendemos de a miles empujados por una fuerza invisible. El calor, la humedad y la oscuridad más absoluta me dificultan el movimiento. Percibo cientos, miles, quizás muchos más, que como yo estamos solos en este lugar. Muchos no alcanzaron ni a desembarcar y ya están muertos. A lo lejos veo a nuestra nave retirase lentamente... estamos solos, sin posibilidad de retorno.
Cuerpo a tierra y zigzagueando como puedo, trato de alejarme del punto del desembarco. Voy subiendo una cuesta interminable, algunos compañeros se mueven delante mío, otros a ambos costados y otros mas, por detrás. la mayoría va quedando rezagada. El terreno es imposible, una viscosidad húmeda nos frena, la atmosfera y este ecosistema maligno atenta contra nuestras vidas.
Ya han pasado un par de horas y me voy debilitando, se que cada vez somos menos. Hemos llegado a una bifurcación, la cavidad, gruta o recinto donde desembarcamos finaliza aquí, solo podemos seguir a la derecha o izquierda.
Un grupo se ha detenido, otros decididamente tomaron a la izquierda. no sabemos donde esta nuestro objetivo de conquista, solo tenemos la misión y nuestra propia intuición. Tomo el túnel de la derecha.
Morimos de a cientos, el clima ha empeorado, estamos exhaustos, solo quedamos un pequeño grupo, cada movimiento nos cuesta más. El suelo ponzoñoso nos drena la energía. Muchos de mis compañeros se abandonan. Sigo con todas mis fuerzas, de pronto, al fondo del túnel aparece una gigantesca y ominosa presencia. Mis instintos me alertan, es el objetivo, debo ingresar en el, mi misión ahora se hace clara, debo conquistarlo.
El inmenso objeto esférico avanza lentamente hacia nosotros, los primeros ya han llegado y buscan alguna ranura, orificio o vulnerabilidad para ingresar, llevamos seis horas desde el desembarco. Reviso palmo a palmo y finalmente lo veo, una pequeña abertura aparece ante mí. Me dispongo a ingresar justo cuando un compañero se me adelanta. En un segundo, el ha entrado y la abertura se ha cerrado. Agotado me dispongo a morir. Por alguna extraña razón no estoy triste. Hemos conquistado el objetivo.
El reloj despertador suena con una suave melodía.
Juan lo apaga con los ojos cerrados, la conciencia vuelve a su mente, el mundo onírico desaparece y la realidad toma la posta. Se despereza estirando los brazos, e involuntariamente roza a María.
Juan dice - Buenos días mi amor
María murmura algo inteligible y lo abraza. Pasan así unos minutos y de pronto ella dice en voz baja.
- ¿No te vas a reír?
- No... ¿qué pasa?- dice Juan abrazándola.
María abre los ojos y lo mira con ternura todavía recordando la apasionada noche anterior.
- Creo que estoy embarazada...
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