En una de mis visitas a la gente, encontré a una mamá con su niño de 3 años sentado en su falda. Para atenderme, lo dejó a su lado o nos saludamos.
Panchito, muy celoso de su mamá, se dio cuenta de que lo dejó de lado por atenderme y se puso a gritar desesperado:
- ¡Que se vaya ese viejo! ¡Que no entre en la casa ese viejo feo!
La buena señora se sintió mal, pero yo la tranquilicé, comprensivo: ¡cosas de niño! Pero, me divertía por dentro.

Luego, dije al niño:
- Yo no soy feo; soy lindo.
- ¡No, feo!
Y lo hice discutir: Yo, que bello; él, que feo.
Con la mamá reíamos.

Como no llegamos a un acuerdo, recurro al ecuánime veredicto de ustedes. Si desean, pueden ver mi hermosa estampa en mi Biografía, y opinar. Estoy seguro que me dirán ustedes igual que mi mamá:
- Hijito, ¡qué bello es usted!