| 
 Bellos e impúdicos fueron los amantes
 dichosos en su estadía, áureos por el Sol,
 pálidos por la Luna en este otoño escamoso,
 preludio del invierno helado,
 la cama, lecho de cuerpos fundidos
 los engulle, -pobres cuerpos hundidos-
 es catre,
 es establo de amantes estabulados
 es altar consagrado a Hécate,
 madre de un infierno oscuro,
 repleto de efímeras ambrosías,
 cubierta de pétalos de sanguinas rosas
 como nuestros ojos inyectos,
 por los llantos de lo que ha de acontecer,
 impregnada en sudor y fluidos,
 lodazal mudo de promesas,
 abismal y hermética.
 
 Tierra y marea, cielo, estrellas infinitas.
 
 Atardece tenue.
 
 Dos cuerpos heridos de carne [ de tanta carne ]
 magma y agua, hielo y extinción
 corazones tristes en cuerpos exhaustos
 en remordimiento, en egoísmo, en desesperanza,
 se truncan, en un estertor caótico
 tan inédito, como sabio, tan real que es mudo.
 
 Noche profunda.
 
 En esa última mirada escrutadora de señales,
 esa mirada de fe
 esa última mirada vacía de universos,
 esa mirada de salvación vacante.
 Colapso.
 
 Amanece.
 
 Y nacen mañanas dolorosas de tierra sangrienta de parto
 tibias de luz, mudas de ojos, de otros ojos
 y los amantes serán sabios, más sabios
 de ellos nacerán nuevos Dioses
 como respuesta a las mismas preguntas
 y encontraran los tesoros, sin mapas ni claves ni recuerdos
 Robinsones, avocados de nuevo al caos, al colapso
 en otro parpadeo cósmico.
 
 Vendrán otras noches y otros amaneceres
 y no estaremos.
 
 © Todos los derechos reservados
 Antonio © M.  ( T i T o. M.)
 15/Mayo/2012
 Nómada
 
 |