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Pasó buena parte de su vida buscando sirenas. No hubo lugar que no visitara, consejos que no siguiera, pistas que no escudriñara. Infructuoso. Daba la impresión de que los seres mitad mujer mitad pez eran propiedad exclusiva de la mitología y la literatura. Y cuando todo parecía perdido, en una remota isla, un ciego y balbuceante anciano le dio instrucciones precisas para llegar al país de las sirenas.
Siguió las indicaciones del viejo al pie de la letra y fue así que llegó a internarse en unas tierras lejanas y exóticas, en un maravilloso mundo vegetal de árboles descomunales y flores fosforescentes de formas arbitrarias. Atrás dejaba la civilización, su país, su familia.
Durante tres días y cuatro noches aguardó en la playa, comiendo apenas los frutos necesarios para sobrevivir. Algo le decía que estaba en el lugar de sus sueños. Por las noches, a la luz de la luna menguante cubierta por densas nubes, pudo apreciar alucinado varias siluetas recostadas, confundidas con las rocas negras que sobresalían.
"No estaba engañado, no fui presa de la locura, las sirenas existen", se decía obsesivamente una y otra vez, hasta que cayó desmayado, víctima del esfuerzo y la agitación cuando intentaba llegar a ellas.
No supo cuánto tiempo permaneció postrado. Al despertarse no estaba en la playa sino debajo del mar, en una caverna formada por corales y era capaz de moverse y respirar como si las aguas fueran su elemento. Su felicidad no tenía límites: las bellísimas sirenas lo habían aceptado; transformaron su organismo adaptándolo al agua. Era ligero y sentía gusto por la tibia temperatura que lo oprimía.
Extasiado contempló su nuevo mundo: pececillos de escamas plateadas y aletas como mantos de gasas, otros de bigotes felinos, anguilas de reflejos metálicos que se perseguían velozmente, torpes cangrejos que hurgaban el fondo buscando alimento, ostras de gran tamaño que se abrían para mostrar perlas nacaradas que irradiaban luz, caballitos marinos que lo miraban con curiosidad... Era el paraíso, el premio a su tesón; en él permanecería el resto de su vida. Reclinándose en u suave lecho de algas de la gruta, se puso a meditar sobre las bellezas que estaban a mano,sobre las inmensas posibilidades que su nuevo estado le ofrecía; pero sus pensamientos fueron interrumpidos: se acercaban voces rumorosas de un lenguaje inhumano que le era completamente incomprensible. Rápidamente se incorporó apresurándose a recibir a las sirenas. Entraron. Y cerró con fuerza sus ojos, esforzándose en desvanecer la repugnante visión que brindaban aquellas criaturas: sobre bien torneadas piernas femeninas avanzaban hacia él enormes torsos de tiburón.

Texto agregado el 15-05-2012, y leído por 114 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
15-05-2012 Me gustó el comienzo y como venía la historia, pero habría que trabajar más el final! Saludos hugodemerlo
15-05-2012 pue no gutó cuentito polque niños pequeñitos se asustan por las silenas polque: 1. se les ven las teas, y 2 se las van a comel los tibulcios, eh?¡ marxtuein
 
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