Cuando salgo cada día de mi casa me da vueltas y vueltas una musica en la cabeza, ningun día es igual al anterior y mis pensamientos siguen esa pieza de instrumentos inventadas, cuando son alegre me pasó el día con sonrisas espontaneas caminando a ritmos contentos disfrutando de su soltura, cuando son tristes me pasó el día con cuidado de donde pongo mis manos lo hago siempre con sensibilidad y cariño como si el mundo necesitara consolarse y casi no me levantó de mi lugar con miedo de molestar a la pena que flota... solo una vez la musica sonó iracunda como una orquesta de tambores enfurecidos, ese dia no sabia que hacer pues no procesaba el odio ni el desamor... asi que decidi bailar esos ritmos... de tanto hacerle juegos de tanto buscarle un acomodo, termine inventando pasos sensuales que hicieron del enojo un seductor compañero, me arrope a su masoquista sonoridad y entre imagenes volatiles en mi cabeza y el movimiento furioso de mis caderas, logre colarme en sus sabrosos sentidos y tuve un orgasmo de proporciones el enojo tambien acabó, junto conmigo... desde entonces el enojo viene a veces y me busca para vaciarse y entre esa rabia enardecida, nalgadas pomposas y latigos sudados continuo bailando... siempre bailando, así logro saciar su saturada virilidad.