¿Mujer de poca fe?
Lloro y me desgajo
ante la incertidumbre de lo que pueda pasarte
hijo mío, no nacido de mí y tan querido.
Y ruego, entre lágrimas y suspiros,
a ese Padre Maravilloso que me hizo sentirte tan cerca,
tan hijo, para que te cuide,
para que haga muy corta y leve esta ausencia tuya.
Pido por ti
y por todos los hijos del mundo…
… y dudo…
… y lloro a mares esta impotencia
que no me deja ver la luz entre tanta niebla,
que me hace dudar hasta de mí.
¡Bendigo el bien que en ti he visto!,
pequeño puente de reconciliación con la vida,
y pido que pronto vuelva a tenerte frente a mí,
con esa mirada increpante,
con tantas preguntas que no siempre puedo responder,
con tanta admiración e irrespeto mezclados
en esos gestos de confianza,
con ese abrazo que das con los ojos,
pero nunca con las manos
porque temes el rechazo.
Tengo miedo.
Y necesito ver tus ojos ,
verte llegar por el patio,
para saber que todo ha sido una simple pesadilla
y que Dios, como siempre, me escucha, me entiende
y me da regalos maravillosos como el de tu presencia.
Dios te bendiga, pequeño… ¡Amén!
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