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Inicio / Cuenteros Locales / Mariette / Brisingamen, el Futuro del Pasado: Capítulo 2.

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Capítulo 2: “Un Antes y un Después; Nada y luego, Princesa del Seid”.
Esperanza abrió cansinamente la cortina que la dividía entre un turbulento sueño y una realidad aún peor. Ya estaba despierta, pero no quería abrir los ojos aún, la escuela tendría que esperar, eso pensó.
-¡Despierta, niña malcriada! ¡No tenemos todo el día!-bramó el líder del grupo que la había secuestrado en plena clase.
¡Ah!, ese era el sonido, si es que así se le podía llamar a aquel vozarrón con complejo de terremoto, que la había despertado.
La muchacha abrió cansadamente sus hermosos ojos ambarinos. Un sabor agridulce brotó de su boca y ahí, justo ahí recordó todo.
-¡Puaj! ¡Qué asqueroso sabor! Creo que el veneno para ratas es mejor-.
-Es que tú eres peor que una rata, idiota-.
Todos los ocupantes de la camioneta se largaron a reír. Esperanza se incorporó desde el asiento y los miró a todos. El sabor agridulce volvió y pudo recordar…
FLASHBACK.
-Bebe ésto-le bramaron subiéndola por la fuerza a la camioneta.
Ella se negó mirando a la mujer de forma fiera.
-Con que no quieres, ¿eh?-dijo haciendo un gesto con la cabeza.
Inmediatamente dos hombres más le echaron la cabeza hacia atrás haciendo que involuntariamente abriese la boca, inmediatamente bebió el extraño líquido cayendo en un profundo sueño.
FIN DEL FLASHBACK.
-Así que me envenenaron, ¿eh?-dijo Esperanza en un tono de voz que sus captores no pudieron identificar como de ironía o terror.
-Camina, pequeña rata-dijo la mujer del grupo sacándola de un empellón desde la camioneta, o mejor dicho furgón.
El jefe del grupo les había dirigido una mirada a sus subordinados, pero la única que pudo identificarla fue ella. Sabía, al igual que su líder, que si la chica no era callada luego, las cosas se pondrían feas y no se podía esperar hasta que eso sucediese.
Una fuerte brisa saludó a Esperanza en su rostro. Cuando por fin consiguió abrir los ojos pudo ver todo el paisaje. No recordaba haber viajado mucho en ningún momento, pero a juzgar por la vegetación se encontraba en la depresión intermedia de Chile, en la octava, si es que no, novena región. ¿En qué minuto había andado tanto como para alejarse en tal medida de la séptima región? ¿Qué poder tenían aquellas personas por sobre ella? La habían drogado con un medicamento muy potente para dormir que cuando pequeña su madre le había dado un par de veces y la habían llevado, luego, a un lugar completamente lejano a lo que ella conocía, inhóspito.
-¡Camina!, no tenemos todo el día-dijo la mujer otra vez.
Aún la muchacha se encontraba lo suficientemente pasmada como para reaccionar de una forma cuerda, a pesar de que era difícil que algo le sorprendiese a sus breves trece años de edad. El par de fortachones ya iba a comenzar a cargarla otra vez y el otro dueto se aprestaba para dormirla de un solo golpe.
-¡Ey! Tranquilos, puedo caminar sola, no es necesaria su elemental ayuda. Por cierto, para la próxima, consíguete un cooler para que los líquidos no se descompongan, ya sabes, es desagradable agarrarse algo al estómago-ironizó caminando más que nada por necesidad.
El corto trecho que tuvieron que andar era una plaga de árboles nativos, lo cual en aquellos días no era muy común en Chile. El polvo que despedía el camino indicaba que las hojas de dichos árboles eran mucho más claras y por ende, limpias. Al fondo había una construcción antigua, del siglo XVIII, nadie sabía cómo se las arreglaba aquel ruinoso lugar para sobrevivir medianamente en pié con tanto adobe caído y a medio caer.
Poco a poco el delicioso aroma de los árboles nativos fue remplazado por una maraña de extraños, pasosos y asquerosos olores completamente indefinibles.
La puerta crujió y se entreabrió, miles de sombras se figuraron entre los muros de la raída prisión.
-¿Qué demonios es este antro?-inquirió Esperanza
-¿Qué no lo ves?-ironizó la carcelera.
La adolescente se limitó a rodar los ojos, sabía perfectamente que aquello era una cárcel y que tenía mucho que perder si se metía en problemas lo cual, por cierto, no le apetecía ni en lo más mínimo. Las celdas eran pobres, más que su habitación. Tenían una bacinica como para cinco personas, en el mejor de los casos había dos colchonetas y unas frazadas. Las paredes se caían por capítulos y los barrotes de los ventanucos como del pasillo estaban cubiertos de un líquido viscoso que la muchacha no se atrevió a palpar. La pintura era inexistente y las goteras eran una odiosa multitud que hacía que un detestable viento ingresara sin invitación al destrozado edificio.

Se detuvieron en el fondo del edificio. Adentro había cinco personas con un evidente estado de desnutrición y falta de higiene. Los fortachones sostuvieron a la joven y la única mujer del grupo secuestrador abrió la celda dando muchas vueltas a la llave. Los barrotes se abrieron quejumbrosamente, empujaron a Esperanza dentro y cerraron con fuerza los fierros negros.
Al advertir que sus carceleros se habían apartado de la vista, la muchacha se acercó a las profundidades de lo que sería su casa por quizás cuanto tiempo. Una mujer de unos veinticinco años, le hizo un espacio en la colchoneta que ocupaba junto a dos niñas de nueve años. Las cuatro se sonrieron débilmente, tratando de darse ánimos con sólo una mueca. Las miradas se dirigieron a la otra colchoneta, donde un hombre de más o menos cincuenta años tenía una fiebre de proporciones y una mujer, a juzgar por su apariencia, su esposa le ponía paños que de fríos no tenían nada.
-¿Qué le sucedió?-se animó a preguntar la chica.
-Está a medio morir saltando, ¿feliz de saber?-contestó la cincuentona.
-Claro que no, déjeme ver-dijo la muchacha alargando los brazos, pero cuando entró en contacto con la piel del hombre, algo extraño sucedió.
-Me siento mejor, no se preocupen-dijo el hombre.
Todos quedaron estupefactos ahí dentro. El vejete se incorporó en la colchoneta, permitiendo que su mujer se sentase allí y dejándole más espacio a Esperanza. Cuando consiguió fijar sin mayor esfuerzo la vista en su sanadora se sorprendió sobremanera.
-Eres tú, Esperanza Rodríguez-dijo sin salir de su asombro.
-Sí, ¿nos conocemos?-preguntó la chica.
-La hija de Freya-murmuró el tipo haciendo caso omiso a la pregunta.
-¿Freya? ¿Quién es Freya? Mi mamá se llama Josefina, no Freya, quizás usted se confundió-dijo la muchacha.
-La princesa del seid-dijo el tipo mirando extasiado el rostro de su interlocutora.
-¡¿Princesa?! Eso es justamente lo que no soy y jamás seré. ¿Nos conocemos? Es que como sabes mi nombre me gustaría saber-.
-Te veo siempre entre mis sueños, siempre supe que te conocería algún día. Desperdicié años de mi vida buscándote-confesó el hombre.
-¡No seas lacho! ¡Recuerda que yo soy tu mujer!-intervino la cincuentona.
-No te preocupes, estamos frente a la princesa del seid, la hija de Freya, la que tiene que salvar el mundo del Ragnarök-dijo el ex enfermo.
-Hay un error, ¿cierto?-inquirió Esperanza tratando de hacer entrar en razón al viejo.
-No me crees, ¿verdad? Levántate la manga derecha de esa blusa, si cuando sucede aparece un tatuaje rojo de una capa transformándose en un águila, ten por seguro que te digo la verdad-.
Esperanza a aquellas horas no tenía idea de qué creer. Ella, una simple estudiante que de interesante no tenía nada había sido secuestrada y peor aún, encarcelada, para luego ser señalada como la responsable de evitar el fin del mundo… ¿Qué tan malo podía pasar?
Se levantó con fuerza la manga de la blusa blanca de colegio e inmediatamente apareció un tatuaje, uno que no se había hecho jamás, ella no tenía tatuajes. Pero eso no lo era todo, inicialmente el tatuaje rojo era una hermosa capa con plumas de hermosos colores delineadas con el tono del sol, pero luego se transformó en una hermosa águila que volaba libremente. A su mente vinieron los recuerdos de los libros y libros que había leído con otros músicos callejeros sobre cultura celta y germana, entre ellos mitología. Decían esos libros que la descendiente directa de Freya tendría aquel tatuaje y la mentada responsabilidad cayendo por sobre sus jóvenes hombros. No cabía duda, ella era esa muchacha.
Levantó la vista cansinamente y fijó su mirada en la sonrisa de satisfacción del viejo.
-Por muchos años te busqué a sabiendas de que Loki estaba por romper sus cadenas y que tu generación debería salvar al mundo de este mal, que tú serías la responsable de rescatarnos. Eso me valió caer hace un par de meses aquí-dijo el hombre.
Para Esperanza todo aquello tenía sentido, pero ahora ingresaban a su cabeza más dudas que respuestas. Los libros que por años había leído, considerándolos una parte de su vida, ahora le parecían vacíos.
-¿Qué debo hacer?-preguntó yendo de hito en hito.
-Te contaré toda la leyenda. Loki fue capturado y engrilletado por sus pactos con los jothuns. Él sólo romperá dichas cadenas para causar el Ragnarök, pero para que eso acontezca debe asaltar el Asgard con sus aliados y cortar el Árbol de la Vida, para ello tiene que encontrar el Brisingamen primero…-.
-¿Cómo va a encontrarlo si está encadenado y penas se desencadene partirá rumbo al Árbol de la Vida?-preguntó Esperanza, estaba confundida, pero su cerebro aún funcionaba.
-Mandó a uno de los suyos, entre ellos guardarán el collar hasta que llegue el momento. Debieron pedir, para que las nornas, las valquirias y los Ases no les corten el paso, el encarcelamiento del seid, pero los humanos también manejamos el seid en su sentido de magia negra… entonces nos limitan el acceso mediante ese collar que te da las maneras para conseguir lo que deseas, pero debes desearlo de todo corazón. Ellos deben cuidar que nadie maneje ningún sentido de la magia, a cambio el seid estará opreso. Si alguien maneja la magia en el Midgard, debe atenerse a lo peor-.
-Y aquí, ¿dónde encajo yo?-.
-Simple, tú debes buscar el Brisingamen. Ellos ya pidieron su deseo, su primer deseo, luego, como no saben derivarlo, deben pedir que el Brisingamen corte dicho Árbol. Entonces tú tienes que ir por el collar, pedir la liberación del seid y luego, luchar para que no dañen el Árbol de la Vida-.
-Eso puede hacerlo cual…-.
-¡Te equivocas! Debes tener la sangre de Freya para que puedas hacer frente al potente Brisingamen-.
-Mamá puede hacerlo-.
-No, cuando cumpliste trece años perdió su poder y tú lo adquiriste-.
-¿Algo más?-.
-Debes conseguir a un compañero de tu edad que te acompañe en la aventura, sólo uno-.
El silencio volvió a reinar en la celda. El hombre abrió mágicamente (en sentidos literales) una puerta en los destrozados muros.
-¡Sale por aquí!-indicó a la chica, empujándola afuera.
-Podías salir, ¿por qué no lo hiciste?-.
-Te esperaba-.
Esperanza hizo un gesto con la mano y salió de allí. Cuando el pasadizo se cerró, el hombre murió: nadie podía utilizar la magia de esa forma…

Texto agregado el 12-05-2012, y leído por 193 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
12-05-2012 INteresante novela, cargada de detalles mágicos y esotéricos que atraen la imaginación del lector. EL personaje de "Esperanza" resulta un tanto indescifrable, por tanto a veces es un poco ingenua, y otras veces parece saber más de lo que aparenta. Esto colabora a crear una atmósfera de intriga que atrapa al lector esperando el próximo paso de la joven. Me gustó leerte. IGnus
12-05-2012 Va bien, me gusta espero el tercero! hugodemerlo
 
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