El umbral
Una lágrima cae por su sien y se pierde en su blanca cabellera imperceptiblemente.
El hombre yace desde hace tres semanas en la cama de un hospital en un profundo sueño del que los médicos no han podido sacarlo.
El ACV (accidente cerebro vascular) anterior al infarto de miocardio fue una secuencia que causó estragos en el anciano.
La esposa inseparable en su vida, lo es mas ahora en el “umbral” como reteniendo su partida, sentada y aprisionando la mano izquierda de su amado y reza con la frente apoyada en el pecho del enfermo. Los médicos y sicólogos le han dicho que le hable, que lo mantenga con su música preferida…que lo llame, que mucho más no se puede hacer.
No se percató de esa lágrima.
Cinco años atras.
Joaquin Zubieta desayunaba con su esposa Nora leyendo el diario. Joaquín era dueño de una textil con veinte obreros y la política liberal del gobierno del país venía produciendo cambios estructurales profundos en los servicios, la industria, en especial la de manufacturas, y en lo financiero. Sus amigos en la cámara de textiles, en especial los judíos, le aconsejaban que vendiera he iniciara otra actividad como la de intermediación mayorista pues había vientos de dumping de productos subsidiados por otros países que ingresarían al nuestro.
¿Vender la fabrica?
¿Y los obreros?
Pasaron los días, unos meses y la situación comenzó a complicarse. Los pedidos comenzaron a disminuir, su corredor de ventas no lograba colocar productos, entonces decidió hablar con los obreros.
Quédese tranquilo Don Joaquín, ya va a cambiar, ya va a ver, vamos a colaborar en todo – le manifestó Carlos Gumezki entre el grupo de operarios, era el encargado.
Recordó Joaquín cuando hacia unos años se presento Carlos a pedir trabajo, un muchacho despedido de otra fabrica por ser “demasiado emprendedor” e impulsivo, cosa que no habría gustado a sus anteriores empleadores. Escaló posiciones dentro de la fábrica de Joaquín y pronto llegó a encargado. Le tomó mucha estima Joaquín, al punto de hacerlo compartir su mesa y acoger su familia; su esposa Marta y dos hijos.
La situación continuó empeorando y comenzó a tener problemas financieros. Sus colegas luego que cayeran grandes fábricas del rubro, cerraron pues no pudieron ni vender los edificios, No se podía competir con los precios de la mercadería importada mayormente de países asiáticos.
Carlos había contraído Diabetes y faltaba mucho, se había ido distanciando y eludía a Joaquín.
Nora, querida mía, no se que hacer. Debo tomar una decisión, debo hablar con la gente, no se si podré pagar sus sueldos, estoy vendiendo poco y por debajo de los costos –dijo Joaquín una mañana a su esposa.
Habla con Betty y llama a Carlos – le aconsejó Nora, ella nunca había participado ni conocía de los negocios de la fabrica, ella vivía atendiendo a su esposo, pensando y atendiendo a su hija Betty que tenía 24 años estudiante de medicina.
Esa tarde habló con Betty y esta le dijo: “Papá, estas mas delgado, te estas enfermando, cierra la fábrica si no la puedes vender, con las máquinas indemniza el personal, no hay nada mejor que puedas hacer”
Joaquín llamó a la casa de Carlos y le atendió su esposa Marta.
Carlos no vive mas aquí, nos hemos separado, se endeudó con el juego, vive ebrio, es mal ejemplo para los niños y se volvió golpeador, ya no es el mismo desde lo de la Diabetes – Joaquín enmudeció y cortó.
El atribulado Joaquín esa noche no durmió y a la mañana sin proferir palabras se fue a la fábrica y se encerró en su oficina. A media mañana pidió un préstamo al banco para pagar los sueldos. Solo por la trayectoria el banco le concedió lo solicitado.
Pasaba el tiempo, Carlos que no venia a trabajar desde hacia 5 meses llamó por teléfono y le manifestó que una infección en su pierna no se curaba por la diabetes, si le podía mandar una persona para retirar un adelanto de su sueldo. –Esta bien- contestó Joaquín sin preguntar por su familia.
Al mes siguiente le embargaron la cuenta del banco por falta de pago a un proveedor, le comenzaron a rechazar los cheques dados con anterioridad, y un pico de presión arterial lo mandó a la Clínica de la obra social particular. Allí lloraron juntos, padre esposa e hija. Querido, no quiero saber nada de la fábrica, no quiero que vayas mas, prométemelo- sollozó Nora. Esta bien – dijo el hombre.
A la semana volvió a la fábrica para hablar con la gente y manifestarles que vendería las maquinarias, el edificio y les pagaría las indemnizaciones antes de perder todo por las deudas. Un operario le preguntó: ¿Qué va ser de Carlos? Le cortaron una pierna. Joaquín bajo la cabeza y fue a su oficina sin poder emitir palabra. Algo le explotaba dentro del pecho, tomo una pastilla, un sorbo de agua, cerró los ojos y trató de tranquilizarse. Luego de un rato llamó a su abogado y le dijo que liquidara todo, que todo estaba a la venta.
La fabrica ya no abrió sus puertas y el abogado fue vendiendo las maquinarias, pagando las indemnizaciones de los obreros. Con la venta del edificio, le costó conseguir comprador aunque vendiendo a precio muy bajo, sobraban los edificios fabriles luego de tantos cierres de fábricas, pensaba pagar las deudas con el fisco y con los proveedores. No pudo ser, Don Joaquín acababa de ser inhibido para enajenar cualquiera de sus bienes por el Fisco. El abogado destrabó la inhibición con la venta del edificio de la ex fábrica y pagó al Fisco y a los proveedores.
Joaquín se encerró dentro de si mismo, no salía, no hablaba con nadie y vivía mirando las flores del jardín trasero de su esposa por horas, luego comía algo y se recostaba, pues ni dormir podía, salvo con pastillas. Ya no tenía dinero para pagar la Obra Social y pensaba en su querida esposa e hija. Todo se había perdido.
Betty – su hija – le decía: “Papá, me recibo a fin de año, voy a trabajar y ya saldremos adelante”
Pero el destino a veces es cruel, muy cruel.
Un oficial de Justicia llamó a la puerta de la casa de Joaquín, sale, le notifican que su casa queda embargada por el juicio de Carlos Gumezki por daños y perjuicios a su salud contra Joaquín Zubieta.
Don Joaquín Zubieta se quedó rígido, se paralizó, su rostro se desfiguró, intentaba respirar, se derrumbó mientras el orín mojaba su pantalón y solo dijo con un sonido ronco: ¡Carl…!
El anciano envuelto en una nebulosa intentaba abrir los ojos, hablar, moverse…pero no podía. Esa mañana le pareció escuchar la voz …esa mañana se dio cuenta que era la de su esposa. Quiso pedirle perdón, decirle cuanto la amaba…pero no pudo. No se dio cuenta que se le escapaba el alma en esa lágrima.
"Cualquier tipo de maldad es el trueno; la ingratitud es el rayo. El trueno asusta, pero el rayo mata" Coll, José Luis
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