¿Por qué a mí?
“Ella no debió morir así”, repetía Jorge a cada instante, mientras la patrulla lo trasladaba a la central de policía. “No se merecía eso”… Su madre, la anciana de más de noventa años se había caído horas antes del primer piso de la casa y ahora yacía -inconsciente, fría y casi sin vida- en una cama del Hospital Central.
Y no es que a Jorge le doliera mucho el "accidente", es que éste venía a cortar de un tajo ocho años de aislamiento, hambre y presión psicológica que con tanto esmero había cuidado.
“No es posible”, se repetía una y otra vez… incrédulo, no lograba aceptar que la venganza contra su madre había terminado por un simple "accidente". La verdad es que nadie le sacaría de la mente que la maldita vieja se había quitado la vida para frustrarlo, una vez más, ¡la última y triunfal!
Los agentes le preguntaban por los arañazos en las paredes y las marcas en el cuerpo de la anciana. No dijo nada. Nada había que alegar... su madre, en una jugada magistral, ganaba una vez más y lo exponía al mundo, como siempre, como un torpe "sin cinco dedos de frente". No hubo respuestas de Jorge, apenas una expresión atónita y triste que revelaba su sorpresa y culpabilidad.
Y lloró como un niño, horas después, al saber que ella había muerto… Y se preguntaba, en la celda oscura y húmeda que sería su nuevo hogar… ¿Por qué a mí, qué hice mal?
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