Las mujeres de la calle
están en esta calle.
Ya colmadas las esquinas
han ido conquistando toda
la extensión de las veredas.
Me abro paso,
indiferente a las insinuaciones
y sin poder borrar esa estúpida
sonrisa de mí cara.
Un mendigo hambriento me detiene
y suplica por dinero.
Mi limosna completa su botín
que apenas le cabe en el puño de la mano.
Imagino que ahora correrá
a buscar comida...
Toma a una de las muchachas del brazo y desaparece
entre las muchas oscuridades.
El hambre puede esperar...
Prefiere una hora con una puta,
a las veintitrés putas horas
del resto del día.
El hambre siempre puede esperar...
Texto agregado el 11-05-2012, y leído por 100
visitantes. (2 votos)
Lectores Opinan
11-05-2012
Muy grande la limosna, o muy pequeña la tarifa de la señora trabajadora sexual.... achachila
11-05-2012
viejo guarro!! para que se anada paseando por esa calle, eh? eh? marxtuein
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