Treinta años
La ciudad me recibe con la mañana triste
los trenes casi con respeto bisbisean
en secreto sobre los rieles húmedos
tratando de no romper el silencio,
el encanto casi poético de la niebla
que cubre avenidas y parques.

He vuelto desde más allá del olvido
Busco mi barrio, mi calle, mis raíces
donde las acacias han envejecido
y las fachadas descascarado
mientras las baldosas sueltas de la acera
salpican y manchan mis zapatos gastados.

Llego hasta la antigua puerta, de mi antigua casa
y no está el antiguo aroma de la sopa de mama.
ni tampoco la maceta con geranios de la ventana
donde un gato marrón dormitaba su vagancia
no nada de eso existe, porque para el barrio
como para mi, treinta años no pasan en vano