Soy un hombre común, que disfruta el caminar por las calles de las ciudades. Me gusta hablar con aquellos que son distintos. Existen infinitas subculturas escondidas detrás de los rostros de los que deambulan por ahí, disfruto de descubrirlas. Soy entonces, un filántropo, que se deleita en conocer las múltiples tribus que nos componen, sin ser conocido...
Sé que debo callar más cada día, molesta mi punto de vista. Y nada gano yo, complicando a las hordas de ciegos, por decir que existe más en el mundo que lo que creen ver... Soy amigo de gente extraña y sabia, que, escondida en las sombras, espera. Y sé de cosas que aterrarían a muchos pero que a mi juicio olerán a justicia si han de ocurrir...
* * *
Terriblemente borracho, un fin de semana que ya no recuerdo, conocí a Ismael. Típica charla de borrachos, terminamos hablando de todos los temas que destila el alcohol: política con y sin calzoncillos, ciencia vs naturaleza, religión y transformismo, soledades con portaligas, atómicas bombas y bikinis. Y estabamos en el fin de la humanidad, cuando el alba nos sorprendió abrazados, llorando como dos niños, agarrando las botellas, asiendo las barbas de Baco, mientras nos echaban a la calle...
Era Ismael por ese entonces un extraño personaje que se ganaba la vida vendiendo orfebrería en una feria artesanal. Nunca faltaba un mate amargo en su tiendita, ni gente tan bizarra como él, para conversar. Huelgan las palabras para decir que en ese lugar descubrí qué es la felicidad: Contemplar el atardecer, mate en mano, frente a dos ojos claros que te sonríen...
Claro que no por ser el novio de la prima de Ismael me fue fácil integrarme a su fauna familiar...
Me resulta extraño, decirlo, pero, ellos eran más raros que yo mismo. Jamás discutían. Parecían tener infinita paciencia. Pasaban largas horas mirándose cara a cara, sin pestañear. Pocas veces veían televisión, leían mucho, reían mucho. Pero lo más raro siempre, eran sus miradas, con grandes ojos, silenciosas.
Tampoco ingerían carne. Quizás algo de queso y huevos. _¿Lacto-ovo-vegetarianos? _ Pregunté una vez a Ismael - El se rió, _Algunos ni eso: Veganianos_ Me contestó (Yo no lo entendí).
_Veganianos, gil. Los que no comen ningún alimento de origen animal._
_Aaaah... _ Le contesté
Conseguí al pasar los meses que me aceptaran como uno más y hasta me casé, con esos ojitos de miel que iluminaban mis ocasos. Como efecto colateral empecé a ir a sus extrañas reuniones sociales. Debo reconocer que ellos son magníficos bailarines, pero hablaban muy poco, me aburro como una ostra en esas reuniones.
Llego ahora al punto de la narración en que se puede inclinar la balanza.
Trataré de ser objetivo, téngame paciencia, deje que me explique.
¿Quién sabe que es lo bueno? ¿Que lo justo? ¿Para qué sirve el poder?
Sé por ser hombre y por haber estado enamorado, que se puede dejar todo por un beso. Sólo sabe el padre, que hasta la vida es sacrificable por salvar a un hijo ¡Sin duda!
No entiendo entonces si son las cosas pequeñas las que verdaderamente importan, por qué estamos tan cerca de los abismos...
Tan cerca de la extinción...
* * *
Estabamos Victoria y yo, frente a frente. Con varios años de casados. Ningún hijo. Ni un embarazo siquiera, jamás. Tenía sus ojos tristes. Yo, el orgullo herido.
_Nunca vamos a tener hijos_
_Ahá_
_Pero hoy día existen tratamientos, terapias de pareja_
_Que sabés que no van a funcionar... _
_Pero intentemos por lo menos... _
_Sentáte amor_ me dijo con su voz más suave. Era yo un puño apretado, apoyado contra la ventana, mi frente, contra el marco. _Tenemos que hablar... _
Entraron en ese momento Ismael, mis suegros y las tres hermanitas menores de Vick. Todos altos, todos delgados, con grandes ojos tristes. Fijas sus miradas en mi humanidad.
Intuí que ese "tenemos que hablar" era "TENEMOS", así, con mayúsculas. Temí que mi esposa Victoria tuviera algún tipo de enfermedad de las cuales los maridos solemos ser los últimos en enterarnos. ¡Qué iluso que fui! Era otra cosa más grave la que motivaba la charla familiar.
Pero se me hizo claro, que nunca tendría hijos con Victoria.
* * *
Estoy en un bar tomando un trago con Ismael, miro por la ventana, realmente ellos tenían razón, el cielo se ve fantástico acá, las estrellas se ven tan claramente...
Ismael mira las últimas imágenes de la guerra atómica entre India y Pakistán, Corea y Japón, los yankees y Europa o algo por el estilo, no está muy claro por qué se pelea, en el pasado, fueron los territorios, luego las libertades individuales, y múltiples otras excusas, ahora creo que será por el agua y el aire... No me importan mucho ya los porqués.
Acá junto a mí, e Ismael, está mi suegro. Me apoya su mano en el hombro. Miro a los parroquianos, altos, delgados, que me devuelven la mirada, con tristes ojos negros.
_ Pocos de nosotros quedarán con vida_ Pienso _¿No podemos hacer nada? _ pregunto a Ismael.
_ Cada especie decide su futuro, nosotros llegamos en paz,.
Colonizamos y vivimos siempre en paz.
No era nuestro trabajo madurar su civilización...
Todavía no apretaron el botón, pero falta poco, Sebastián... _ me dicen sus ojos. El no mueve sus labios, pero en mi mente resuena su contestación...
Miro hacia el cielo vacío, la Tierra se ve tranquila en el cenit, pero allá arriba mi especie se está suicidando...
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