-Hola, mi nombre es Valentín, y hoy me desperté en este lugar y no sé que es.
-Hola Valentín, ¿te gusta el lugar que elegí para vos?
-Si es muy bonito, pero ¿quién es usted?
-Soy el escritor, el autor, el que inventa el lugar donde estas ahora.
-Ah, mire usted, y ¿por qué estoy acá?
-Tengo una linda historia que contarles a los chicos y tú eres uno de los personajes.
-Lo que quiere decir que yo soy muy importante y que voy a vivir una gran aventura que usted va a inventar, ¿no es así?
-Si Valentín, así es. Pero quiero contarte que no vas a estar sólo, te van acompañar otros personajes. Pero ¡ojo! no van a ser todos buenos como vos.
-¡No me asuste señor escritor! y ¿por qué los inventa, si son malos?
-Porque no sería cuento si no hay personajes que se porten mal. Además serías vos quien ganara al final.
-¡Enserio! y yo ¿puedo decir lo que quiero que escriba?, digo, ¿puedo contarle mi verdadera historia?
-¿Me estas diciendo que yo no te inventé?
-En realidad sí usted me creó pero yo no soy éste, es decir, usted me cambió de lugar y ya no soy yo el que era, ¿me entiende?
-No, ni un poquito.
-Bueno, mire, digamos que yo soy del país de más allá y usted me trajo más acá. Que de donde soy no hay malos, no hay que ganarle a nadie, todo el mundo tiene lo que quiere, etcétera, etcétera ¿me va entendiendo?
-Un poco, pero continúa por favor, me interesa mucho lo que me cuentas.
-En el país de más allá todo es mágico por naturaleza, nadie lo inventa, o al menos así lo creo, somos felices siempre.
-¡Un momento! quiero que sepas que ese lugar que nombras pudo formar parte de alguna historia que alguien escribió antes que yo.
-Yo no me acuerdo de eso.
-Es que tal vez nunca antes habías hablado con el escritor.
-¡Me está diciendo que yo podría ser el personaje de muchas historias!
-¡Si! y vivir un sinfín de aventuras emocionantes todas con final feliz.
-Eso me gusta. Entonces volvamos a lo nuestro ¿podría pedirle un favor para cuando invente mi historia?
-Por supuesto, uno no siempre puede hablar con su personaje, ¿qué quieres?
Que todos los que escuchen la historia sepan que al inventarla, para nosotros se convierte en realidad. Es decir vivimos en esa historia y que si la olvidan ya no existiremos.
-Eso quiere decir que no habría que poner en los cuentos las palabras “había una vez” sino que debería empezar más o menos…uhhh… no se, espera, uhhh. A ver esta “Por siempre existirá lo que aquí les voy a contar” ¿qué te parece, te gusta?
-Me parece muy buena. ¿Le puedo pedir un último favor? Quisiera, en lo posible, que no me asustara mucho, que los malos no sean tan malos, porque la verdad es que nos hacen sentir muy valientes pero hasta que nos hacen ganar la pasamos muy mal.
-No te preocupes Valentín, así lo haré. Ahora soy yo quien te quiere pedir un favor: no dejes de hablarme para contarme más historias, quiero saber como te sientes en cada historia que te inventan ¿de acuerdo?
-¡Genial! así, tal vez, pueda inventar una historia donde el personaje sea usted. De hecho ya estoy pensando en una donde todos los malos de sus historias le pregunten por qué los hizo malos.
-¡Me va a resultar difícil explicárselos! Bueno Valentín tengo que irme a inventar tu historia. Nos vemos al terminarla ¡hasta siempre! Ah, me olvidaba, ese lugar donde estás se podría llamar el país que siempre existió.
- Gracias por decirlo antes de irse, ojalá pueda usted escribir una bonita historia ¡hasta la próxima vez que podamos hablar!
Por siempre existirá lo que aquí les voy a contar: Valentín era un niño que vivía en un pueblo muy bonito y colorido. Asistía al colegio en el turno mañana y por las tardes, después de hacer su tarea, se reunía con sus amigos en la plaza que quedaba a dos cuadras de su casa. Junto a Martín, Gastón, “el negro”, “el peloncho” y unos cuantos más, armaban un “fulbito” en la canchita de la plaza.
-Escritor, ¿está allí?
-Si Valentín aquí estoy ¿qué se te ofrece?
-Es que no me gusta jugar mucho a la pelota, me gustaría más jugar a la escondida.
-Esta bien, como tú quieras.
Valentín, a quien no le gustaba mucho el juego con pelota, les pregunto a sus amigos si podrían jugar hoy a las escondidas. Todos respondieron que sí e hicieron piedra, papel y tijera para ver a quién le tocaría contar. Una vez pasada esa instancia se dispusieron a jugar. En honor a la verdad Valentín siempre era el que mejor se escondía, encontraba los mejores lugares y generalmente era el último en ser encontrado.
Tanto era lo que se divertían que muchas veces se les hacia tarde para la merienda preparada por alguna de las mamás. Por costumbre era chocolatada con una parva de tostadas con manteca y dulce, y por cierto, ¡exquisitas!
Los escondites que Valentín elegía cada vez eran mejores, a los amigos les costaba descubrirlo, siempre y cuando no estuvieran por ahí Juanito y rabón, dos perritos del barrio que tenían gran olfato para encontrarlo. Valentín se enojaba mucho con ellos y los echaba de allí.
Unos de esos días que juntos jugaban en aquella plaza, él; que tan bien se escondía, eligió un gran caño de desagüe ya viejo y que no se usaba más. Eso creía. Todos los demás se escondieron en los lugares más comunes y el juego empezó.
Uno a uno fueron encontrados por Gastón quien era el que había contado, pero faltaba Valentín. Sabiendo que siempre costaba encontrarlo, nadie se preocupo. A decir de la verdad, yo sí estoy preocupado, hace rato que no puedo escuchar su vos.
-Escritor, ¿me puede decir dónde estoy?
-Valentín que bueno escucharte, no se dónde estas pero no te asustes todos te estamos buscando, los personajes de mi cuento y yo vamos a encontrarte. Me podrías contar cómo es el lugar en donde estas.
-Umm, es un bosque, o un parque, no, no, es un bosque.
-Bien, bien, ahora debes ver si hay algo más que pueda ayudarme a localizarte. Por ejemplo si hay caminos, casas, algún animal o tal vez alguna persona.
-Entiendo. Si miro a la izquierda, hay árboles; si miro a la derecha, hay árboles. Estoy parado sobre un camino de tierra y estoy viendo miguitas de pan que parecen seguir más allá de lo que yo puedo ver.
-Valentín, creo que estás en otro cuento.
-¿En otro cuento? ¿En cuál? ¿Cómo hice para llegar aquí?
-Estás en Hansel y Gretel, es un cuento de famosos autores llamados Grimm. ¿Qué hiciste cuando te escondites en mi cuento? ¿Te acuerdas?
-Si, creo que cerré los ojos y pensé que estaba comiendo unos ricos dulces.
-Entonces ya sé lo que pasó, tu pensamiento te llevó a ese cuento porque hay una casita toda hecha de dulces. Ahora debes pensar en algo que te lleve de nuevo a tu plaza. Yo sigo escribiendo mi cuento.
Todas las personas del barrio seguían buscando sin descanso a Valentín. Sus amigos les indicaban a los adultos donde era que Valentín se podría haber escondido, y hasta los perros husmeaban por todos lados. Pero horas más tardes nada se sabía del pequeño.
-Hola, hola, ¿alguien me escucha?
-si, aquí estoy, ¿dónde estás?
-No lo sé, parece el caño de mi plaza pero está obscuro, ¡un momento! tengo mi linterna. Guau,¡ esto es increíble! hay tesoros por todos lados, monedas, jarrones, collares y parecen todos de oro porque brillan cuando los ilumino. Esto no es mi escondite de la plaza ¿dónde estoy escritor?
-Creo que podrías estar en la cueva de Alí Baba o tal vez, en algún escondite pirata. Debes volver a pensar en tu plaza, en el desagüe donde te escondiste e intenta concentrarte para no irte otra vez a otro cuento.
-Escritor, estoy preocupado ¿podré volver a su cuento alguna vez?
-Si, solo debes concentrarte en la tubería donde estabas sin pensar en otra cosa.
Y en el país que siempre existió, un viejo residente del lugar indicó un desagüe ya sin uso. Todos corrieron hacia allí y con una alegría tremenda encontraron a Valentín, medio asustado pero muy valiente, atrapado en la reja que cubría el desagüe. Había querido pasar hacia el otro lado por una pequeña abertura con tanta mala suerte que quedó enganchado de los alambres sobresalientes sin poderse soltar.
Después del susto, todos los vecinos decidieron hacer una gran fiesta en la plaza para festejar. Mucha leche, galletitas dulces, tortas y tostadas fueron parte de esa fiesta. Festejaron hasta muy tarde y fueron felices por siempre.
-Valentín ¿estás allí?
-Si escritor, gracias por traerme de nuevo a mi plaza.
-Nunca saliste de allí, pero como estabas en otro cuento nadie podía verte. Te prometo que jamás voy a olvidarte. Fue un placer escribir tu historia, ¡hasta siempre!
-Hasta siempre señor, me voy a tomar la leche.
Y por siempre Valentín, sus amigos y todos los vecinos del país que siempre existió
vivieron en un cuento tan real como ustedes puedan imaginar.
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