A su mamá la persiguió un loco cuando él aun estaba en la barriga, entonces pensó que su vida estaba ligada a la libertad de la locura, que era el fin supremo de toda persona cuerda, o la pesadilla de ligar su vida con el cotidiana vigilancia de algún orate.
Para Pedro-Pichón, su cosmos visión solo podría ser creada solo por un loco, si no porqué, le jodia tanto que el vecino esquizofrénico, cada vez que lo veía, le cantaba “pichón caliente, pichón, pichón”; “pichón caliente, pichón, pichón”. Este loco de mierda, con su pijama de cuadros marrones, que lo usaba tanto como los trajes de superhéroes en ruinas, hacia que Pedro-Pichón, tuviera que esquivar la ruta para comprar pan y tomar el camino más largo y enfrentarse con el bravo perro de la vieja viuda, que además estaba loco.
El loco “pallares”, era un hombre corpulento que paraba con cajas en la cabeza y deambulaba por donde lo mandara el mundo. Sus cabellos eran ondulados y con rulos que le llegaban a las cejas, tan igual como lo usaba Pedro-Pichón, así que la chapa de loco pallares no se hizo esperar cuando apenas cumplió los quince años. El tiempo fue pasando y las locuras juveniles apareciendo así como también los locos que aparecían en su vida como fantasías psicodélicas.
Cuando Pedro-Pichón atravesó la calle de San Isidro, con su pelo ensortijado y camuflado en un Bléiser azul, y corbata del mismo tono con figuras de Mickey Mouse y el curriculum en un sobre manila, que por cierto se preguntaba mientras caminaba por qué no tenía otro nombre. Se le acerco una señora, que por su aspecto parecería, que la había abandonado al igual que su belleza su cordura. La Sra. Lo tomo de la cintura, y al grito de “hijo mío” “mi amor” “mi corazón” por fin te he recuperado. Pedro-Pichón se quedo paralizado y nuevamente pensó en la maldición de los locos. Las pocas personas que miraban se reían de la escena incluyendo a un sr. de pelo cano y de traje beige, que se deleitaba con la forma con que Pedro- Pichón le soltaba sutilmente la mano a la loquita y se dirigía rápidamente a su entrevista.
¡Que pase el hijo de la loca¡ escucho decir, mientras miraba por la pared del cubículo transparente, al el sr. de traje beige que lo esperaba para entrevistarlo.
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