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Primero la mujer, después el hombre. Entonces, repentinamente, su Dios imaginario tuvo una erección: no supiste donde esconderla, así es que inventaste el cuento que todos nosotros conocemos, y Lilith fue olvidada y acosada por demonios.

Lilith-ramera, Lilith-antropófaga, Lilith-mágica.

Has creado una serie de eventos para que la erección de tu Dios no sea sorpresivamente avistada: la zarza ardiendo, el ángel cachondo Gabriel saciando el deseo de un Dios ermitaño que deseaba eyacular.

- Por mí, tantas mujeres ricas en la Tierra: bajaré encarnado mientras no me llaman Dios. Los humanos dirán, Zeús era un hombre agitado sexualmente, fue tanto su deseo que tuvo miles de hijos fuera del matrimonio, pero yo obligaré a castigar a la mujer por mostrarte las tetas. Oh, rayos...

Entonces tu Dios imaginario, con un nombre de otro dios imaginario, bajó a la Tierra y folló tanto como pudo. Les enseñó a follar a los hindúes en el nombre de Vishnú, a los chinos se les insinuó como una tortuga de gran falo, a los griegos como un dios que permitía el sexo y ordenaba orgías con miles de hembras en celo, adornadas con desnudeces gigantes y pechos del color de la arena.

¿Dónde estás, diosa Lilith?

Lilith-ramera: has de purgar mis culpas, porque me he metido con un hombre malo. Me ha jurado mil veces que su Dios me perdonaría y he de parir un hijo en la soledad oscura de la noche. No me olvides, ha dicho, mientras he quitado capa tras capa el velo de mi virginidad, mientras he descascarado los pliegos de mi sexo oculto para el marido, para la dura serpiente. Has de purgar mis culpas, y como Esculapio, sáname de la violación enésima. Ya nadie me pide perdón por orinar en el suelo, y veo sus falos colgando como antílopes desollados, listos a endurecerse y atacarme apenas tengan la ocasión, y yo me tropiece, y termine hinchada de cuerpos fuertes que se mueven como animales sobre la perra agitada. Dolerá, mi diosa pequeña, dolerá como te dolió que el Dios imaginario metiese en ti sus hijos que expulsaste con soberbia de tu moldura divina.

Los hombres nos han seguido: cojo la llave y tranco la puerta. Los hombres han sobrepuesto a sus cabellos los olores que más amo: el de mi madre, el de mi hermana. Hinchadas las dos de dolor, han gritado, han empujado y han quebrado sus caderas al ritmo del desove. Somos peces, secuaces peces con vaginas herméticas que los caballeros no saben como desatrincherar: sólo empujan como el viento y se quedan ahí, agitados, llorando a mares su eyaculación precoz.

Oh, madre Lilith, Lilith-pordiosera, Lilith-macabra, Lilith-antropófaga: has sentido la carne creciente del hombre como una víbora muerta que muerde, que se agita, que late con la aspereza del duelo. Dejamos de cantar porque nos duelen los empujones, huímos, porque nos han amoratado el sexo y ya no estamos blanditas. Yo lloro, no me canso de llorar mientras ellos me afirman de las caderas (tienen miedo a que huya del lecho letal) y miran mis senos de niña, con 16 años me he sentido vejada una y otra vez. A mí acuden de a montón hombres de hasta 60 años, grandes hombres que apenas logro apretar en la mirada, entonces lloro, lloro porque no hay perdón, diosa madre. Lilith-sacrílega, afirmame de la mano cuando levante el cuchillo y trepane glandes sangrientos como víboras y los tenga que violar a ellos.

Cojeré las tijeras cuando me deseen. Ellos se abrirán la cremallera, se agitarán, moverán sus "amigos" con destreza y se pondrán firmemente sentados en el sillón mientras esperan que endurezca mi pezón caliente y tenga temor de huír, mientras mi cuerpo se prepara a obligarse a crujir un moretón de veces, una y otra vez hasta que ellos decidan que no quieren seguir, y que mi placer poco importa. Cuando el macho cabrío huya, yo seguiré su trasero desnudo con la mirada, él alzará la mano y será el turno de otro: otro más me usará porque han creído que soy carne, que soy ganado. Pero soy la vaca sagrada, y la afrenta les costará caro.

Lilith-mágica, Lilith-maga y pecadora profanadora de huesos febriles: hoy conocí a mi amado y las piernas me sangraron. Yo, hembra he deseado su hijo endurecido de color sangre para que palpite en mis entrañas recogidas por la costra de la violación. La desolación me ha llenado de nácar, de huevos: me ha dicho que huya con él, que junte mis piernas a su torso, que me salvará del dolor de otros hombres grandes y dolorosos.

No le he seguido, porque cuando el vestido me fue deshilvanado, mostró la garra dispuesta a la aspereza y se ha hundido en mi cuerpo afiebrado, ha gritado una y otra vez los garabatos obscenos de la discriminación: el amor me ha violado, y yo dejo de cantar.

Diosa, recoje mi cuerpo hecho arcilla y moldea a la asesina, a la casta, a la sacerdotisa del placer que sólo decidirá a quién entregarle el fruto maldito, a quién mostrarle las piernas sangrantes y que volará, por sobre milenarios árboles de sexualidad hasta dejarlos muertos, tan muertos que llorarán en tu altar la reivindicación: vuélvelos estériles, y que crean que las mujeres somos tristes, oh, Lilith-serpiente eterna, Lilith-moribunda y victimaria de los hombres.

Dímelo al oído, nuevamente, una vez más. Los hombres que deseo vendrán a tropezones, investidos de armas, de adargas y mazos de hierro: los miraré desde lo más alto del palacio, y reiré a sorbetones mientras ellos se quitan el pantalón y lo repiten unas docientas veces: ayúdame.

Yo no tendré lástima, porque la hija de Lilith-maga y Lilith-sacrílega también fue violada por Dios, por tu Dios imaginario que te ha dicho: usan a la mujer, hasta que la carne se le afloje, y nunca dejeis tu esencia regada sobre la tierra.

Texto agregado el 08-05-2012, y leído por 143 visitantes. (0 votos)


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