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No se va a llenar el cielo ya nunca más de tus sonrisas, ni de tu boca, ni de tus ojos pequeños que observan mi nombre en un pedazo de cartulina: y ese será mi recuerdo.
El ungimiento y la membrana
aplastándose en los vidrios
quebrados de la penúltima
infancia violada:
violada por tu cuerpo,
por tu mirada,
por tus pasos casi inseguros
que necesito sentir en mi achacosa
presencia.
El golpeteo dentro de la boca,
el corazón bajando por el vientre
hasta la otra boca,
la boca que te desea y que
miente en su deseo,
la boca tuya ensanchándome
en sonrisas de placer:
SOMOS LA PARANOIA.
El agua de la ducha corriendo en
paralela discreción con el encanto
de la vagina pisoteada,
con la entrepierna acurrucándose
en tu pecho al sonido
del temblor: acuciante, desesperante.
Espero una sonrisa tuya,
siento los intestinos acomodándose
a la espera de tu hijo,
a la espera de tu alma que debe
disociarse en la amplitud
de mis asperezas,
en la tortura diaria de ser
hembra:
porque seré tu hembra,
y chillaré como perra en celo
el día que tus ojos me agobien
y me retuerza bajo tu
idioma oblicuo:
nosotros sólo le daremos dos segundos al deseo,
el primero será la desolación,
el segundo, mi desesperanza. |
Texto agregado el 08-05-2012, y leído por 107
visitantes. (1 voto)
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Lectores Opinan |
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08-05-2012 |
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muy erotico, interesante.. lourdesmasen |
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08-05-2012 |
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mmm, el sexo y el deseo no pueden ir junto a la desesperanza, para eso está el amor. Newen |
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