visto de la punta de la montaña, nada vale la pena... siervos van y viene... hombres y mujeres procrean... y Dios nos miran desde más alto que la montaña, nos mira y siempre contento escribe sobre nuestras vidas, girando sobre su mano, silencios y penas, la eterna dualidad es su juego... siento que cada latido que sale de mi vida tiene su nombre... es lindo cuando escucho el nombre de Dios... dicen que es como el canto de un niño, las aguas, las olas, el fin de un sueño...
no ceso de pensar que una noche llegaré a mi destino... caminaré sin piernas... beberé de las aguas de Dios... miraré su rostro lleno de amo y amaré...
la muerte toca mis pasos, soy como tantos, sin embargo soy muy especial... es que, llevo el nombre de Dios dentro de mí...
cuando salgo a la calle siento que voy en busca de mi destino... laboro sin cesar... sudo, sudo, hablo, pienso, amo... cuando llego del laboro a mi casa siento que nada vale la pena tanto como el retorno al hogar... sé que lo que me espera... un ambiente lleno de paz... una silla donde descansar... un espacio para amar sin cesar...
no me siento nada diferente a las letras que escribo, estas salen sin parar como el aliento que nace y muere dentro de mí...
dentro de poco lloverán nuevos momentos... vestirán de colores y nos alegrarán mientras respiren... estoy dentro de un lugar donde llaman el templo sagrado... toco mis carnes, cada vez mas arrugadas y siento que el templo sagrado está más viejo... como si fuera a dar su fruto una vez suelte el último aliento...
en verdad no tengo un nombre ni un apellido que reconozca... todo ha sido impuesto y debo pagarlo... dentro de poco todo saldrá por la puerta de sus templos y seguro que entenderán las palabras que escribo...