Se torna oscuridad, la tarde brumosa
de satén y húmedas gasas,
cubres tu cuerpo Astro Rey
ahora que te alejas para volver.
Te fecundan, lenta.
El viento nace herido
en el atardecer moribundo
de las azoteas de las casas,
ya muere en ululante estertor
bajo las puertas; Llueve.
Anuncia la noche asfáltica
espejismo acuoso y brillante,
que refleja la ciudad en un cristal de alquitrán,
sucio de ciudadana vida.
Naces lenta.
Las bestias te adoran Madre Oscura,
los mansos, te temen, se esconden, se refugian
sienten tu presencia, Bella Solemne
reina de un cortejo de sienes plateadas
ejercito moribundo, heridos de vida
que cantan himnos lúgubres
arrastrando sus cuerpos,
cohorte de desahuciados
cierran sus casas al llegar, en su existir silente
con las llaves y los cerrojos del miedo.
Seguros, en esa soledad agradecida
de las mazmorras de sus castillos
con olor a sopa rancia,
viendo las horas pasar,
oyendo los tic-tac sonoros de sus viejos relojes
lentos vigías, en el anaquel
del aparador desastillado,
junto al libro que suda palabras,
y una taza rota, sin asa.
Te recreas, lenta.
Esperan en duermevela al amanecer,
para no morir, hasta mañana,
un poco más,
un poco más profundo,
un poco más lento;
Se suceden los siglos por tu manto
rojizo muerte, azul oscuro, negro profundo
permanecen tus ojos cerrados, aún viendo todo
haciendo noche, que es tu oficio
cayendo irremediable,
para rebelarte en la Única Verdad,
el absoluto y brutal desasosiego de lo Eterno.
Mueres en Luz.
Te adoro.
© Todos los derechos reservados
Antonio © M. ( T i T o. M.)
7/Mayo/2012
Nómada
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