Mi nombre es Pablo, soy oftalmólogo. Me considero un profesional competente, que nunca ha dejado de perfeccionarse. Intento estar al tanto de las novedades y de las avanzadas técnicas en mi especialidad. Sin embargo hace unos días, cuando atendí a aquel paciente, me sentí desorientado. Lo malo es que no fue el único que se acercó a mi consultorio, víctima de tan extraña patología. Gran parte de la población manifestó idénticos síntomas. Yo mismo comencé a experimentarlos. Son varias las personas a las que se les ha abierto un tercer ojo en la parte posterior de sus cabezas. En la nuca, para ser más preciso. El tema ha conmovido a la opinión pública y a las autoridades, debido a que, hasta el momento, no hallan explicación para este fenómeno. Como era de esperarse, los primeros casos fueron presentados en circos y programas televisivos. Confieso que al principio no creí en nada de lo que mostraban las imágenes. Pensé que se trataba de un fraude.
Pronto comprobé que la gente se iba acostumbrando, y hasta gozaba de los beneficios de poder observar lo que ocurría a sus espaldas. El problema surgió cuando paulatinamente comenzaron a perder la visión de sus otros dos ojos. Esto trajo muchas dificultades. En los cines y otros espectáculos decidieron colocar los escenarios y pantallas en la parte posterior de las salas. Muchos se abocaron al diseño de nuevos automóviles, adaptados a esta extraña forma de ver la vida. Algunas personas optaron por caminar hacia atrás.
Esta mañana, mientras colocaba convenientemente un espejo en mi nuca, y otro frente a mi rostro para poder afeitarme, tuve una especie de déjà vu. Entonces comencé a recordar la importante misión que se espera de mí y mis compañeros.
Mi tercer ojo parece recibir órdenes de mentes superiores, aunque todavía no he logrado descifrarlas. Es increíble lo útil que resulta en algunos casos. Hace un rato, por ejemplo, evité que la enfermera me sorprendiera por la espalda para inyectarme uno de sus tranquilizantes. Creo que la golpeé demasiado fuerte. No era esa mi intención, sólo quería defenderme. Tal vez he abducido a un ser algo violento.
El problema es que ahora me colocaron un chaleco de fuerza. Me mantengo tranquilo; no quiero despertar demasiadas sospechas. Si descubren mis tentáculos extensibles, la situación puede complicarse.
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