Tijuana BC Mayo 2012. Sin monitores de por medio.
Profundos, escondidos, íntimos, disimulados, silenciosos, saben cómo hacer salir al genio de la lámpara, se ocultan en los rincones, tras las telarañas, y tocan siempre algún instrumento de viento.
En ocasiones, se visten de gala, y si el momento lo merece, visten de luto.
Algunos ondean un puñal afilado, otros deshojan margaritas, pacientes, saben que tarde o temprano terminarán por ser descubiertos.
Varios están en el clóset, cuando sacamos la ropa caen al piso y chocan para ocultar al cuerpo.
Otros, lloran con fuerza, beben medicamento amargo y de vez en cuando sacan la lengua bífida para meter miedo.
Secretos disfrazados, indiscretos, deseosos de abandonar el anonimato, se mecen en un columpio y saltan al mar para hospedarse bajo el agua y gritar a los peces lo que ciertas personas no deben escuchar.
Algunos han sido amordazados, pues de lejos se veía que hablarían pronto sin necesidad alguna de tortura.
Otros, están mal remendados, a aquellos, el corazón les late siempre fuerte y pasan a ser presentimientos, unos más patinan sobre hielo frágil y terminan hundiéndose en mares de convicciones.
Ay, secretos, ¿por qué han venido a mí uno tras otro cuando debían hibernar en sus cavernas?
Ahora los miro de frente, los contemplo y los asimilo de memoria, no sé si meterlos en la licuadora y hacerme un postre con ellos, no sé si atarlos, cavar un gran hoyo y enterrarlos de una vez por todas, aunque, viéndolo bien, no tengo corazón para enterrarlos tan vivos como están ahora, o formar un coro e ir a dar pequeños y afilados conciertos en los jardines de quienes pretendieron ocultarlos.
Mejor marchen conmigo y en el camino ya iremos decidiendo, no me crean su dueña, ni me sigan a todos lados, tampoco me seduzcan con pronósticos de poder; creo que lo mejor será declararlos libres aunque no sé si eso pueda originar el caos, pues hacen una bulla que ensordece después de haber pasado tanto tiempo en silencio.
Secretos íntimos, disimulados, pequeños y desnudos, con esa boca tan grande y esos ojos tan inmensos.
Cansada de estar triste, decidí guardar las lágrimas en un frasco y lo arroje al mar rogando que se hundiera lo más pronto posible.
Invoque a las mariposas para que me prestaran sus alas, agite los cabellos pretendiendo sacudir así el polvo a todas mis memorias, pase revista a los recuerdos: los mejores, los peores, los intermedios, y comprendí que cada uno podía tener un valor, aunque no por eso era preciso convertirlos en un peso que me fastidiaran la espalda y existencia.
Visualice caballitos de mar y libélulas, comprendí que el amor estaba a mi alcance vestido con los colores del arcoíris.
Decidí volar hasta él, correr el riesgo, abrirle la puerta a la caravana de lo inesperado, vivir como siempre me había dicho que lo haría.
Tome papel y lápiz… escribí… imagine mundos posibles, me interne en laberintos de emociones, me atreví a decirle al tiempo que no le temía mientras se desvanecía confundido. Libre de las agujas del reloj me exploraba y esperaba.
Entonces llegó ella, con el frasco vacío, se había bebido cada una de mis lágrimas y me invitaba a conocer nuevos rincones existenciales.
Con una calma que recién echaba raíces en mis expresiones, voz de quien nada guarda ya, le dije: Ya conoces mis penas, mis desiertos, mis sueños quebrados, las manchas bajo mi piel, mis rincones sombríos, mis pozos infinitos.
Ya probaste la pena de mis océanos y habitaste en la cara oscura de mi luna.
Si ya conoces todo eso no comprendo la razón de tu pedido.
Porque tu desierto ha saciado mi sed, tu vida hecha fragmentos ha recompuesto mi mundo, tus manchas han venido a tapizar mi vacío, tu sombra me ha ayudado a refugiarme de un sol que no me daba tregua y en la infinitud de tus pozos me esperaba la paz.
Al contacto de tu mar han comenzado a cicatrizar viejas heridas y en la cara oscura de tu luna pude contemplar tranquilamente mi vida.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, donde pienso que, si la ventana se cierra y el vidrio se agrieta, entonces saldré a enfrentar el cielo con una mirada y le diré a los viejos prejuicios: Estoy aquí, sin monitores de por medio.
Y entonces, comenzarán a hundirse uno a uno y la geografía de mi mundo cambiará.
Sí, detrás de ese monitor pueden ocurrir cosas milagrosas, entre ellas la vida.
Andrea Guadalupe.
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