A la orillas de un lago de vidrio,
a media silaba de brotar un secreto,
dos palabras se guardan cobardes
entre los vaivenes de la corriente.
Así, el universo de un “te quiero”,
fugaz suspende, su viaje hacia vos.
Entonces, alguna mañana alucino,
que voy, solitario, en tu búsqueda,
y después de volver a nacer
te cubro con un manto de besos,
en tanto damos un tranquilo
y corto, paseo subliminal
por este conciente que nos sosiega.
Ayer te vi nuevamente, y aquí estoy,
con mis historias ardientes de sangres,
miles de sueños y sus destinos,
en tanto la soledad compasiva
de tus ojos de otoño, me aguarda. |