El paseante descubre de momento que ha encontrado el repudio en un sólo giro de sus ojos (o tal vez el giro de su ojo izquierdo mirando de soslayo) al encontrarse otra pequeña creatura de Dios en un parque al que le encanta visitar. No se debe uno molestar en encontrar la paja en el ojo de uno mismo, para qué, si para eso están los de los demás, para qué molestarse en observar lo obsoletos que somos para cada uno de los otros, si podemos enriquecer nuestras vidas creyendo que somos el don putas boy del universo. Creo que el está huyendo de algo ¡debe ser así! ¿Si no, por qué carajos ese disfraz nauseabundo en el que se envuelve?
Hay odio en sus ojos maquillados con “Guy Linner” un dejo de resignación en sus “calzones” caídos a la cadera, violencia underground en los brazaletes de corte punk que cuelgan como cadenas de perro enfermo en sus raquíticas muñecas de casi niña, frases cínicas que vitorean en triunfo del suicidio sobre un mundo irreconocible, que confunde y amarra la variedad y el gusto a un mástil de barreras donde cada quien es dueño de un trozo de mentirosa verdad, y claro y no menos oportuno un trozo de cabello largo cayendo sobre alguno de sus ojos, como si se quisiera esconder por un segundo el llanto que arremete contra el mecanismo de la sociedad que lo apremia. El paseante mitifica inmediatamente al personaje aterrador (el paseante al fin es hijo de papi y mami) como un ser mísero y negativo , destructor de lo hermoso de la vida y detractor del suéter Lacoste que hace un bello juego de colores con el bien cortado jeans Marithe & Francois Girbaud y los contemporáneos zapatos Diesel, que gritan que el cabello debe ir grafilado con desvanecido hacia atrás para que las capas luzcan en caída y papi y mami no se alteren por la presentación personal que influirá fuertemente sobre la conducta de su hijo.
El monstruo se perturba al sentirse observado y de reojo mira el paso delicado de un tipejo consentido que lo mira con desdén. Inmediatamente se percata de su pinta informal (tan poco alternativa), de su tan bien cortado cabello, de cómo la marca ha hecho hincapié en su molesta modesta manera de meterse las manos en los bolsillos para fingir que esta caminando sobre una desgraciada pasarela neoyorkina llena de flashes de cámaras fotográficas y de pintorescos observadores que se derriten fascinados por su movimiento de caderas envueltos en un pantalón versacce. Es despreciable sentir su mirada sobre mi, sé lo que puede pensar este tipo de personas acerca de la gente como yo, de mi música, de la manera en que afronto la realidad que ellos viven disfrazada de colores y sonidos electrónicos de fiestas Rave, de pepas mentirosas que se acompañan de agua y de sexo sin caricias y sin sentido de tenerte uno con otro, por que al final si no estás aquí no soy nadie, entiéndelo cuando te lo grito en mis canciones erógenas manchadas de piel; pero eso al fin al cabo no puede entenderlo este pequeño bastardo consentido que duerme con el sueño de vender todo lo que le pueda dar billetes, incluyendo a su propia madre.
Hay un momentáneo cruce de miradas un resplandor mortecino que invade la era en un intercambio de balas sin rumbo, pero para nuestra historia han sido encontrados miles de cadáveres regados en trincheras abandonadas por siglos de desidia y diferencias de marcas y conceptos acomodados a las necesidades de los que responden primero y de los otros que callados escuchan la caída de las bombas en la casa del vecino de al lado. “Chico Emo’” desenfunda una pistolazo de mano izquierda para demostrar al “chico play” que no le gusta como lo mira y chico play responde con un clásico pistolazo de derecha que acierta en el ojo destapado del “emo kid”. Ambos han caído al suelo de la cobardía y se revuelcan en su agonía de no ser capaces de arreglar sus diferencias a trompadas.
Toma esto para que te eduques “maldito emo”. Toma esto para que aprendas “gomelito marica”.
Es un freak estoy seguro, no vale la pena malgastar mis ojos en esta porquería de persona, mi mundo siempre será mejor y estará mejor iluminado por las hermosas luces de lámparas de lava, tan lleno de muebles perfectamente cortados influenciados por la Bauhaus; que su cuchitril adornado con dibujos manchados de rojo infestado de cucarachas y sueños de amar al zombi de la traición. Este pobre maricón marquillero nunca entenderá que la vida se hizo para ser arrasada por nuestros deseos de amar y de encontrar un lugar diferente donde los sueños de muerte se filtren en las venas de los que amarán hasta encontrarse flotando en un charco de llanto mezclado con escarlata sangre.
Desde el montículo de hierba más atrás de donde se han mirado el emo kid y el fresh boy, un guerrero del metal los observa indignado envuelto en sus raidos jeans entubados y su camiseta heráldica que reza “Manitou” como oración de triunfo, con su larga y desdeñada cabellera que se le riega por la espalda como la crin de un salvaje potro pensando: “este si es mucho par de maricones, si se fijaran en esas pintas tan guevonas”.
|