La presencia viaja en tu reminiscencia
cuando, sin discursos, termina el crepúsculo
mientras todo se nos va yendo. El tiempo,
siempre diestro escultor de lo figurado y quimérico,
nos va tallando, en ese momento prudente
en el que un duende, ilusionado, renace fugaz
en el inexorable retrato de un instante,
y allí, mujer de otro tiempo, me animo a conocerte.
Alma de fantasma debajo de la luna,
loba de tapiz y papel, palabra precisa, alas, libertad,
tiempo de tormentas, desierto y playa,
rocío breve de intervalo sensual y un ahora irreverente,
que me arrastra a la sacudida natural
del hagamos algo y no dejemos palabras pendientes. |