TRAMPA PARA CAZADOR
Cuando hablamos nos mordemos sin cálculo,
Cicuta y ambrosía recorren el mismo aire
Tus caderas me asechan con su cadencia
Mientras tus gestos tejen una telaraña en mi rostro,
Entonces, nuestros ápices bailando se desuellan.
¡Ah, si por este camino por el que ando,
Incauto, intenso y estrepitoso,
En el que cada esquina me arrostra
Un deseo más para mi dicha,
Me diera a esquivar el horizonte,
Retornaría sin flexión al hechizo de tus ojos!
Y a la sorpresa de nuevas y delirantes trampas
Vería, como en un parto sagrado,
Las piernas de Venus abriéndose en tus párpados
Y en tus pupilas un mar quebrantado
En el que emergen archipiélagos de fuego.
Empozado y cercano a la muerte más próxima, comprobaría
Que tus raíces son de agua hirviendo,
Que albergas el océano en tus entrañas
Que he abdicado a todos tus naufragios.
Casi inmóvil dije:
-ya que sabes habitar el cielo,
Embelesame una saeta,
Dame una pluma,
De esas con las que se te llenan las sonrisas
cada vez que desciendes
De las orgías de los arkángeles…
Entre el fango y la arena, entre la sombra y las fauces,
Acosado por el hambre inmolada y sorda
Me defiendo antes de morir
tus apetitos abultan las narices aplastadas,
Y tiemblan sus manitas hinchadas y rojas,
Mis zarpazos de presa se escurren en
Ahogadas caricias.
Y ahora, por tu capricho, engullido
Por la noche atravesado,
Te doy mi cabeza como medalla,
Como último deseo del perseguidor caído.
|