La idea ha sido persistente estos días. No hay demasiada claridad al respecto, salvo rendirse ante la evidencia de la nada, una fuerza que puede resultar aplanadora y totalitaria. La idea de eliminarlo todo de cuajo y ver si así se encuentra algo de decencia en el día a día, algo de pureza en lo que se siente, en lo que se hace, en lo que se vive. Algo de certeza en los adjetivos de uno mismo, en los calificativos, algo de sustancia en los sustantivos, por así decirlo.

Creo que la esencia del problema es la pérdida de la necesidad de hablar. Contar sólo lo necesario. Utilizar las palabras con un propósito que vuelve al chamullo algo evitable. Se habla con la idea clara y directa de comunicar un contenido, de interactuar de cierta forma previamente establecida con un objetivo identificable. Un propósito que jamás estuvo en redactar cosas en un blog ausente. Hay tantos espacios ausentes e inertes que ahora se añejan sin polvo en internet.

Este es un intento más, creo, un intento sin esos propósitos de lo rutinario; sin esas palabras dichas al hermano, sobre una serie, sobre una película, sobre las nubes. Un intento más, como tantos intentos previos han habido. Un intento aburrido, lleno de redundancias de “algos”, de “unos”, de preposiciones reiteradas hasta el hartazgo, de miradas acongojadas por la ventana tapiada. De clickeos en el mail o el facebook, a ver si sucede algo en el mundo, pero rara vez sí.
Pequeños fantasmitas rondan los sueños. Sueño con el pasado. Personas del hoy se pasean por los escenarios de la infancia y allí la luz es más real siempre.

4.3.12