| A mi amigo Lepia, lo invitaban a todas las giras que se hacían para los diferentes polos turísticos del país, como es costumbre. Lepia era la orquesta sin instrumento que amenizaba el autobús. Comenzaba a hablar y hacer cuentos desde que salía hasta que llegaba a su destino.Generalmente, la gira hacia una detención obligatoria en cualquier parador, lo que aprovechaba Lepia para que sus amigos le brindaran de todo lo que comían y bebían.
 Gunga, que siempre lo acompañaba le aconsejaba; Lepia, cuando bebas tanto ron, no te llenes de grasa con esos chicharrones que te tiras.
 ¿Ah no? ¿Cómo crees que vaya a aguantar to´ete romo, si no e´así? Además, así me caben más potes. –Seguía incorregible Lepia.-
 El autobús hizo su acostumbrada detención, esta vez en el parador del Cibao. Lepia, haciendo caso omiso a los consejos de su amiga, comenzó a arriarse un tremendo pedazo de chicharrón.  Humm, esto es lo que se llama comer. –Decía, mientras le chorreaba la grasa por las comisuras-. Ahora me tiro un litro de leche para amortiguar.
 Gunga lo observaba con cierta pesadumbre.
 Poco tiempo pasó, después de haber dejado aquel parador, y Lepia comenzó a sentir cierto hervor  estomacal.
 ¿Qué te pasa, Lepia? – preguntó Gunga al verlo indispuesto de tal modo.
 Creo que voy a vomitar.
 Aguanta, no lo vayas a hacer aquí. No en la guagua.
 ¿Y donde lo voy a hacer? Ya no aguanto más.
 ¡Chofer, para la guagua!, que hay un pasajero malo. -Gritaba Gunga desesperada, al verlo cada vez más mal.-
 Que espere a que lleguemos. -Contestó el furibundo chofer- ¡saben que no nos detenemos mas hasta nuestro destino!
 Lepia, con la cara descompuesta miraba a Gunga sudoroso, mientras hacia un gran buche de saliva. Mirando a su amiga, creyó encontrar la solución y arrebato de la cabeza de esta, un enorme sombrero de cana que llevaba y depositó en el, todo el contenido estomacal.
 Ah! Ya me siento bien. -Dijo feliz Lepia.-
 Ya me jodiste el sombrero. -Dijo Gunga, más preocupada que enojada.- ¿Y ahora que piensas hacer con él?
 Fíjate que lo voy a desaparecer con todo y contenido. Y abrió la ventana para arrojarlo sin que Gunga pudiera impedirlo. ¡fua! Voló por los aires. Pero valla suerte; las ventanas posteriores del autobús, abiertas, fueron el nuevo depósito de aquel material acido-alimentario.
 No he de explicar lo que allí dentro sucedió a nuestro amigo. Así concluyó la última gira de Lepia.
 
 
 |