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José, Rusia, Juana y yo comenzamos a trotar a paso lento, en medio del fresco frío de la madrugada, envueltos en la atolosa neblina; que no nos dejaba ver con claridad a más de un metro de distancia.
Las largas y torneadas piernas de Rusia se movían lento y pausado, con amplia zancada, al compás de sus musculosos brazos, cubiertos por su cabello color zanahoria. A ese paso pronto se nos adelantaría a todos. No era de extrañarse, la mayoría de las veces ganaba los primeros lugares en las carreras, e igual numero de veces le pedían su acta de nacimiento para comprobar que no era un travesti corriendo.
Detrás de ella corría la pequeña y frágil Juana sobre sus cortas pero musculosas piernas. Corría a velocidad, moviendo los brazos como haciendo un lado la neblina y volteando a los lados como si alguien fuera persiguiéndola.
Detrás de Juana corría José, el entrenador, tranquilo y despreocupado a diferencia de otras ocasiones cuando nos acompañaba su esposa.
José no dejaba de animarme, decirme que no me quedara atrás y le acelerara. Llego un momento en que lo escuchaba cerca de mí pero ya no lo veia. Fui escuchando su voz como un eco cada vez más lejano surgido de entre la gruesa neblina hasta que ya no lo escuche. Mis piernas no podían acelerar mas, corrían lentamente, ladeándose con las veredas, con los montoncitos de arena y con las piedras pequeñas. Sentía que a ese paso no avanzaba ni poquito, era como si corriera para atrás, para separarme de ellos. Estoy convencida que me tardaba mas cuando se me atravesaban los conejos, ardillas y chivas. Con grandes esfuerzos llegue a un madero que decía kilómetro dos. Sentí había pasado muchísimo tiempo corriendo para que hubiera avanzado tan poco. Me faltaban once kilómetros para llegar a la laguna de Servin y ya me sentía cansada, exhausta.
Perdida en la neblina, seguí mi trote lento hasta que el camino se dividió en dos. Justo ahí me detuve pues no había seña que me indicara cual de los dos me llevaba a la laguna. Sin razón alguna me decidí por el camino a la izquierda; el cual estaba definido por hileras de árboles a los lados. Conforme fui avanzando el camino se fue cerrando, hasta que la hilera de árboles de la derecha se confundió con la de la izquierda. El camino simplemente se desvaneció, desapareció, no vi seña, vereda, o algo que me indicara hacia donde seguir. Di media vuelta, con el fin de regresar, pero extrañamente no había seña o indicio del camino por donde había llegado. Asustada y desesperada corrí buscando una salida al camino pero solo daba vueltas y llegaba al mismo árbol marcado con un corazón y las iniciales J y J.
Cansada me senté un lado del árbol pensando en como salir de ahí, sin perder la esperanza de que mis compañeras en algún momento me buscaran. Cheque la hora de mi reloj y Perseo que ellos muy probablemente todavía seguían corriendo, pues apenas había pasado media hora desde que había comenzado mi fatídica aventura pero a mi ya me parecía un siglo. Me surgió el miedo de que se fuera la tarde, me invadiera la noche y no encontrara la salida.
Recargada sobre el árbol y pensando lo peor, alcance a escuchar unos ruidos que salían detrás de las ramas. Pensé se trataba de algún conejo que andaba por ahí, pero no vi nada. Tuve temor se tratara de una serpiente, por lo que rápidamente me levante y aleje de ahí mientras buscaba con la mirada el origen del ruido.
Cual seria mi sorpresa al ver salir de entre los arbustos unos gruesos y grandes cuernos. Temerosa y temblorosa di unos pasos hacia atrás, sin quitar la mirada de los cuernos. No se como di media vuelta y corrí despavorida de ahí pensando se trataba de un toro. Llegue a un barranco un poco inclinado y a un lado una carretera de arena.
Bajaba por el barranco cuando escuche se acercaba la sombra de un enorme animal, más grande que un elefante. Me escondí entre la hierba. El animal comenzó a emitir un olor insoportable, más fuerte que el olor a caño, tan fuerte que hacia que me sintiera mareada. Mas que asustada salí de la hierba, en silencio, me senté y me resbale hasta llegar abajo, sin importarme dejar los tenis atorados en el lodo. Llena de lodo, golpeada por las piedras, y arañada por ramas camine a llegar hasta la Laguna de Servin. Descalza y cubierta de lodo pensé en enjuagarme primero y luego en buscar a las muchachas y a José. Me enjuagaba cuando escuche una voz masculina que me hizo saltar del susto, era Rusia quien me dijo “le ganaste a Juana pero no a mí”. Me reía de su ocurrencia cuando sentí caer sobre mi, primero una sombra acompañada de un olor pestilente, después un alud de lodo. El lodo casi me sepulta.
Salí de ahí con dificultad y desde ese día no corro mas, Rusia quedo sepultada, enterrada en un panteón para siempre, Juana huyo con José ese día, ahora si se lleva el primer lugar en todos los eventos….La laguna ya no existe, en su lugar quedo un tiradero de desechos tóxicos, pantanoso, lodoso y pestilente.
 

Texto agregado el 01-05-2012, y leído por 75 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
01-05-2012 Curiosa y buena narración (para mi gusto), con un inimaginable desenlace simasima
 
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